viernes, 3 de agosto de 2007

La admisión de la asistencia, un proceso


Trabajo de integrantes del Servicio de Salud Mental del Hospital Central de San Isidro- 
Jefe de Servicio Dr. Guillermo Belaga 

Autores: Marta Coronel, Nancy Crasnich, Nilda Hermann (Relatora), Marisa Narciso, Evangelina Irrazábal, Lucas Leserre. 

Introducción

El proceso de admisión: un nuevo modo de asistencia

Abordamos el tema de la asistencia desde la admisión en un Servicio de Salud Mental y, a partir de esta práctica en un Hospital Público de comunidad, situaremos dos cuestiones: el psicoanálisis aplicado a los dispositivos institucionales y las nuevas formas de la transferencia como incidencia en los lazos sociales de esta comunidad.

El Hospital como institución está enmarcado en el ámbito de la salud, por tratarse de un lugar público responde a leyes institucionales propias, y se debe considerar también que responde a un ideal, el de la curación, la reducción del sufrimiento, lo más rápido posible y para todos. Esto se expresa en la institución a la que nos referimos en una varidadde formas.

Aplicar el psicoanálisis nos permite modalizar nuestra incidencia recordando el privilegio como una función social esencial e irreemplazable. No hay satisfacción libidinal general como puede haber voluntad general. Y no se puede cuando se trata de esta satisfacción reemplazar el privilegio por la ley de todos. 

Conviene admitir esta ley de lo particular en la acción de asistir, prestar ayuda, elaborar conjuntos de cuidados y organizarlos, para ello es preciso detenerse junto a algo, acudir a ciertos sitios y estar en ellos, presentes. Y especialmente cuando se trata de consentir, aceptar, permitir la entrada, cuando la admisión es la instancia en la que se decide si hay lugar. 

Organización asistencial de la admisión

La admisión de pacientes, tal como está organizada en este momento por el Servicio de Salud Mental de este Hospital, se realiza por tres grandes vías.

La admisión general: pacientes que llegan al servicio por derivación de algún profesional, del Hospital o de los Centros de Salud barriales, médicos de cabecera o espontáneamente, para ser atendidos por consultorios externos. 

Por interconsulta: pacientes que están internados y cuyos médicos tratantes piden la atención. 

Y a través de los pedidos de interconsulta de la Guardia.

La Admisión General -de consultorios externos- es sostenida diariamente por dos terapeutas psicólogos – uno por la mañana y uno por la tarde – contando con un psiquiatra para la interconsulta eventual. 

Se atienden 7 admisiones aproximadamente por la mañana y 4 por la tarde: un promedio de 2772 prestaciones anuales. 

Se lleva a cabo una reunión mensual de admisores con el Jefe del Servicio, donde se evalúa el momento actual y en base a esa evaluación se discuten los modos que favorecen la atención de los pacientes.

La admisión como mecanismo Institucional-La admisión pública

La admisión como mecanismo institucional es un dispositivo clínico donde se define el proyecto terapéutico de los casos, no es una mera gestión administrativa; consiste en evaluar y derivar, calcular y decidir –anticipadamente- nombrar y clasificar. 
Al estar en relación directa con la demanda externa, con el hecho social, permite - si se utilizan herramientas sensibles- captar detalles de la subjetividad de la época. 
Tenemos en cuenta que hacemos uso del artificio de la clasificación sin perder de vista que ponemos en tensión al individuo con el caso propio de cada sujeto.

La demanda actual se caracteriza por la precariedad, la exclusión y el deterioro, producto del nuevo régimen social. La caída del Estado de bienestar, ha dejado a los ciudadanos a merced de sus recursos. Así las instituciones públicas son lugares de múltiples y complejas demandas.

Esta nueva “Inseguridad Social” tiene consecuencias clínicas. Estamos ante un fenómeno que busca su traducción en el plano científico, y especialmente en el interior de la Psiquiatría que se encuentra en la interfaz entre la descripción científica del mundo y lo que excede, es decir, la inmersión del sujeto en la sociedad. 

Este modo de presentación de los pacientes, que inauguran una nueva forma clínica 
-al decir de Milner “un nuevo síntoma emparentado al malvivir”- y que responde a la época del Otro que no existe, de un Otro que regule su modo de satisfacción, nos llevó a pensar un dispositivo que haga lugar a las demandas, que a la vez se diferencie del empuje a la inmediatez, a vivir sólo el presente, y que otorgue efectos terapéuticos rápidos. 

El espacio de admisión está abierto para quien necesite hablar de su sufrimiento, con la oferta de escucha de un terapeuta que, orientado analíticamente, no recubra sólo con sentido su padecer. La admisión también debe tener en el horizonte la invención de una narración a partir del sin-sentido.

Decidir implica un riesgo

El riesgo siempre está presente en el tratamiento con pacientes, sobre todo en los casos de urgencia, consultas que se caracterizan por el enunciado de un acontecimiento que marcó sus vidas en un antes y un después.
Cada día recibimos numerosos pacientes que se encuentran frente a acontecimientos que irrumpieron en su cotidianeidad, produciendo un efecto de sorpresa que los inunda y les impide continuar con su vida. Acontecimiento imprevisto, incalculable que no puede ser revestido de un sentido que pacifique al modo religioso. 
La apuesta es a leer en el discurso del paciente aquellos significantes que le otorguen una seguridad, aunque frágil, a lo contingente. Sabemos que no alcanza la elaboración para superar el real que insiste por fuera del sentido, así lo dice Mauricio Tarrab: “lo inasimilable, el fuera de sentido, está allí como encuentro inédito, pero también porque siempre ha estado allí y retorna en ese encuentro perturbador”.
Tomar la perspectiva del trauma como inasimilable es un modo de leer el acontecimiento y dar lugar a la decisión del ser con la particularidad de cada uno. 
Un personaje de Balzac, llamado Vautrin es quien dice: “… no hay principios, sólo hay acontecimientos” y Miller hace uso de la literatura para plantear que los que practican el Psicoanálisis tienen principios y se puede comprobar que no es simple que dominen los acontecimientos, porque un acontecimiento por más que se sostenga en la sorpresa que provoca o en el impacto que produce “es una estructura y está inscripto en un proceso”.
Lo actual, son las presentaciones de pacientes bajo el carácter de “urgente”, “atención inmediata”, “no puedo esperar”, son modos que traen consecuencias, porque al mismo tiempo debemos responder a las reglamentaciones de la Salud Pública, a los valores de la Ciudad y a lo que se llama “eficacia”; y escuchar al paciente en la singularidad de su decir.
La oferta que realizamos al abrir el espacio de admisión todos los días, sigue la lógica de inscribir lo traumático en lo Institucional. 
El terapeuta que ocupa a diario el lugar de la admisión tendrá a su cargo la decisión sobre el destino de la consulta de cada persona, tarea que está sostenida en la ética del Psicoanálisis, poniendo el “poder” de la decisión en la escucha.

La admisión Psico-Social

Roberto Esposito, en una conferencia reciente en Buenos Aires, afirmaba “Mucho más que el miedo o la esperanza, la sensación que suscitan los acontecimientos políticos mundiales de los últimos años es quizá la sorpresa. (…) Cierto grado de imprevisibilidad acompaña todo acontecimiento colectivo como la historia lo demuestra, (…) esta consideración puede hacerse para las cuatro décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando el orden bipolar del mundo no dejó márgenes a lo imprevisto. 
Este orden político que parecía que tenía que gobernar todavía por mucho tiempo las relaciones internacionales, salta en pedazos de repente. Primero, en forma de implosión [1989], el sistema soviético, y luego de explosión [11-09-2001], el terrorismo actual. ¿Por qué? ¿Cómo se explica este inesperado cambio de fase? ¿Y dónde, exactamente, se origina? La respuesta que más a menudo afronta estos interrogantes lo hace refiriéndose a la finalización de la guerra fría y a la consiguiente llegada de la globalización. Pero, de este modo, se corre el riesgo de intercambiar la causa con el efecto, ofreciendo como explicación lo que debería ser explicado.” 

Excede las posibilidades de nuestro trabajo brindar respuestas a estos interrogantes, sin embargo es una preciosa indicación que lo orienta y marca sus límites. 

Sí podemos constatar que frente a estos fenómenos de Inseguridad Social la admisión se convirtió en un dispositivo asistencial en sí, en tanto brinda “hospitalidad” y alojamiento institucional en una época caracterizada por el caos, la desorientación y la devaluación de los lazos, donde la presencia de un Otro es ya un efecto terapéutico, en tanto hay a quien dirigirse: “El lazo social quiere decir que está siempre el Otro, el campo del Otro e incluso, que el campo del Otro precede al sujeto, que el sujeto nace en el campo del Otro”. 

En este sentido el acento está puesto en lo “psico-social” y no en el cálculo del riesgo, en tanto apuesta al lazo social, donde la avaluación del riesgo y la decisión quedan del lado del sujeto en cuestión y la admisión como oportunidad y no como filtro. 

La admisión del sujeto 

La responsabilidad del terapeuta orientado analíticamente es la de entender que no se trata de que el terapeuta “admita” al paciente que consulta. Sino que puede, y no en todos los casos, incidir de manera tal que quien consulta, la persona, el paciente, admita la dimensión del sujeto. 

En nuestra práctica cotidiana tenemos que separarnos de las leyes de la naturaleza que coinciden con los principios de la ciencia y promueven un universal. 
Cada vez que un paciente llega al consultorio de admisión debemos pensarlo como un caso singular: se trata de un sujeto que es distinto a cualquier otro. 

La transferencia institucional 

El Hospital de San Isidro es un Hospital General de Agudos inaugurado en 1892 para la comunidad de San Isidro. La misma lo caracteriza como “propio del lugar”, disponiendo que la transferencia institucional tenga más fuerza, porque de algún modo todas las personas que consultan tienen alguna historia singular con el Hospital. 

En los primeros encuentros con un paciente y cuando preguntamos por qué consulta en el mismo, escuchamos respuestas como: “Siempre venimos al hospital porque la atención es muy buena”, “Acá murió mi papá y desde ese día no quise pisar más el hospital.” “Estoy acá porque no tengo plata y como pago mis impuestos merezco atención”. Son presentaciones diferentes, modos de presentarse ante el Otro que ocupará el lugar del saber sobre aquello de lo que sufre cada quien. 

El Servicio de Salud Mental, responde a las demandas de atención que no requieren de internación, al tratarse de un Hospital General no cuenta con internación psiquiátrica, condicionando y forzando la atención de las urgencias en salud mental, para dar cabida a la mayor cantidad posible.

Así, la Admisión, adquirió un lugar fundamental al recibir las demandas de los consultantes y se la dispuso como proceso que no sólo da ingreso a la consulta, sino que devino en una nueva modalidad de atención. 

Un caso: “El uso del tiempo en la crisis”

Una paciente es atendida en la admisión después de una “crisis nerviosa”, en la que se pone violenta contra ella misma, lastimándose. Fue recientemente madre y a partir del embarazo comenzó a sentir miedo. Es un miedo que la excede y se le instala en el cuerpo. Se dispone que quede unas horas al cuidado de la guardia, hasta que pueda efectuarse el traslado a otra institución. En este lapso comienza a mejorar y pide no ser internada. Continúa atendida ambulatoriamente.

La admisión de la espera o clinical managment 

En lo edilicio, contamos todos los días de la semana con el mismo consultorio, difícil en general en el ámbito hospitalario, pero que ratifica el darle un lugar privilegiado a la admisión. Un paciente puede concurrir cualquier día, encontrará allí un espacio de escucha.

Otra cuestión es el tiempo, donde apostamos a introducir una dimensión distinta de la cronológica, proponer una pausa a quien llega en un momento de urgencia, producir una escansión en el torbellino de acontecimientos que trae, generar un cambio en el discurrir del paciente. 
Hay otra política para la llamada “lista de espera”, fenómeno preocupante en cualquier Servicio de Salud Mental. Apostamos a que la eventual inscripción en la misma, produzca una marca en esa persona, apelando a que surja algo de su posición de sujeto. Una paciente que deberá esperar dice: “… para mi ya fue importante el hecho de haber podido consultar, porque pasaron 5 años desde que empecé con esta tristeza.” 

La admisión como tratamiento de los dispositivos asistenciales

Se opta muchas veces por ofrecer varias entrevistas, y se concluye localizando alguna cuestión. 
El trabajo en la admisión se ha ido modificando, nuestras reuniones mensuales permiten hacer lecturas de los efectos de nuestra práctica que invitan a introducir variaciones. Recientemente modificamos la evaluación de riesgo: el admisor diario, en una entrevista decidía si algún paciente podía esperar, y lo derivaba a admisión programada. 
Algunos pacientes manifestaron haber sido atendidos ya en esa primera entrevista, entonces cada paciente que llega a la admisión es atendido. Aunque se trate de un único encuentro con un paciente, hay un tratamiento allí. La decisión que el admisor toma en relación a los dichos de cada paciente puede cobrar el estatuto de intervención terapéutica. 

Un caso: 
Llegó y entró

Un joven derivado de otro Servicio para sacar un turno de Admisión al Servicio de Salud Mental, al ser atendido de inmediato, sorprendido, dice no saber cómo empezar a hablar.
Es alcohólico desde la pubertad, hace un mes dejó de tomar. 
Hace varios años concurre a grupos de alcohólicos anónimos, la bebida ha cobrado consistencia, de la cual se apropia y esboza como motivo de consulta. 
Se encuentra con una dificultad de control de impulsos, y dice no poder manejar el cuerpo. 
Se refiere al comienzo del consumo y rápidamente se sorprende nuevamente al escucharse relatar una hipótesis sobre su origen, que tiene la misma data que el consumo - y desde entonces quedó solo a nivel del pensamiento. En la hipótesis novelada se posiciona subjetivamente como un expulsado, abandonado por el Otro.
El terapeuta intervino enfatizando: llegó y entró, localizando así la oportunidad de su encuentro con la sorpresa que lo remite a lo propio y, le da un turno para comenzar un tratamiento psicoterapéutico individual en el hospital. 
Este paciente, que en la entrevista de admisión se posiciona como un expulsado y abandonado por el Otro, al poco tiempo vuelve a buscar al admisor para preguntarle si lo puede volver a escuchar. 
Pudo pensarse -en instancias de presentación de casos- que aparece en el paciente una cadena novedosa de respuesta ya que, de presentarse como un expulsado del Otro pasa a defender su lugar convocando al terapeuta a que se haga cargo de la dimensión del acto, allí donde su intervención instauró para el paciente una distancia entre el ser alcohólico y la dimensión subjetiva.

Algunos pacientes que registramos como “abandono de la admisión”, transmiten en una reconsulta posterior, que en ese primer encuentro algo ocurrió y no era necesario volver. 

El psicoanálisis aplicado en la admisión 

No se refiere sólo a que haya profesionales practicantes del psicoanálisis como admisores sino que todo el armado de la admisión en el Hospital esté pensado desde una perspectiva psicoanalítica.
En una dimensión ética, contamos con psiquiatras trabajando como interconsultores en los mismos horarios de la admisión. Es una apuesta a reducir el grado de medicalización y automedicalización de la población que consulta, quedando a criterio y responsabilidad del admisor la interconsulta para la evaluación psiquiátrica y plan de medicación en cada caso. 

Es importante también consignar que dadas las características del Servicio – inserto en un 2º nivel de Atención- el admisor debe evaluar la derivación a Centros de Salud -aquellos casos en que sólo se indica tratamiento psicoterapéutico ambulatorio - o Centros de atención de adicciones (CPA) o Alcoholicos Anónimos (AA), a diferencia de los tratamientos combinados de psicoterapia y tratamiento farmacológico, que son atendidos en el Servicio. 

La transferencia en la Admisión

Al contar con la Admisión como un proceso hemos verificado el gran porcentaje de pacientes que concurren a una primera entrevista y no a una segunda. Esto nos ha permitido inferir el lugar que ocupa el Hospital para la comunidad. Los pacientes en su gran mayoría vienen con una transferencia imaginaria con el Hospital fuertemente marcada.

Estamos acostumbrados a escuchar que nos encontramos en una época en la que el Otro no existe, sin embargo, esto no quiere decir que no funcione. El Hospital es una prueba de ello. La inscripción del padecimiento en un Otro apacigua.

Asimismo, como la Admisión no sólo trata de recibir a los pacientes sino también de derivarlos si fuese necesario, las intervenciones realizadas se encuentran bajo este cálculo. Cuando se establece una transferencia con el admisor la derivación se vuelve más compleja ya que el paciente, sencillamente, no le quiere hablar a cualquiera del Hospital sino a uno en particular. 
En este caso entran en juego las otras dos caras de la transferencia: la simbólica y la real.

La derivación

La derivación en la admisión es una decisión signada por diversas cuestiones. Hay varias opciones adonde derivar: terapia individual con orientación psicoanalítica, terapia individual con orientación sistémica, psiquiatría, equipo de pareja y familia, pequeño grupo sintomático, etc. 

Por otra parte – uno de los puntos más conflictivos – se decide quién va a tener tratamiento inmediato y quién no. Se trata de tener en cuenta la dimensión de la demanda en sus relaciones con las modalidades del deseo y la satisfacción. Ya que nos encontramos con pacientes que llegan espontáneamente y otros que concurren derivados desde distintos lugares y en circunstancias diversas, que inciden en la responsabilidad subjetiva del paciente respecto del padecer que motiva la consulta. 

J.-A. Miller dice que un deber del psicoanalista consiste en “moderar los efectos analíticos por razones terapéuticas: no todo sujeto puede o debe hacer un análisis”.
Esto nos orienta en la derivación. Se trata de verificar la relación del sujeto con el inconsciente. 

Y si el terapeuta apuesta a que surja el genio del lugar, a que se aplique la regla de la asociación libre, situarse en una posición de gestión es aspirar a que, desde el lugar del universal que esa posición conlleva, se esté vigilante para no adueñarse del campo de aplicación de la regla. Sino más bien de sostener una clínica acorde a los tiempos que corren, de un Universal que sólo admite excepciones, paradójicamente. Por lo que es deseable que el practicante admita la deriva de nuestra época, acotándola y orientándose para ello en el caso singular, y conserve un lugar para lo inadmisible a ubicar en cada caso, a porfía de la segregación siempre al acecho.

Bibliografía General

Freud Sigmund, Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986
• “Nuevos caminos de la terapia analítica”, (1919) T. 17 
• “Las resistencias contra el psicoanálisis”, (1925) T. 19 
• “De guerra y muerte. Temas de actualidad”, (1915) T. 14 
• “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”,(1908)T.9 
• “Psicología de las masas y análisis del yo”, (1921) T. 18
• “El malestar en la cultura”, (1929-1930) T. 21 

Lacan Jacques, “La psiquiatría inglesa y la guerra”, en Uno por Uno nº 40, Eolia- Paidós, 1994.
• El Seminario Libro 17 El reverso del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1982.

Miller, Jacques A., “Salud mental y orden público”, en Uno por Uno n º36, Eolia-Paidós, 1993.

Eric Laurent, Psicoanálisis y Salud Mental, Tres Haches, 2000
• “Estado, Sociedad, Psicoanálisis”, en Uno por Uno nº 40. Eolia-Paidos, 1994. 
• “Institución del fantasma, fantasmas de la institución”, en Hay un fin de análisis para los niños. Ed. Diva, Bs.As., 1998. 
• “Los nombres del padre: psicoanálisis y democracia”, Freudiana 41, EEP- Paidós, Barcelona, 2004.
• “Del lenguaje público al lenguaje privado, topología del pasaje”, en Pase y transmisión Nº 7, Ed. EOL-Grama, 2004. 
• “Dos aspectos de la torsión entre síntoma e institución”, en Los usos del psicoanálisis Volumen I Encuentro Americano, Paidós, 2003.

Palomera, Vicente, “La deducción del psicoanálisis aplicado desde los principios mismos del psicoanálisis”, en ORNICAR? Digital N° 280 –Vendredi 1 Avril 2004.

Scheinkestel, Adrián, “La contraexperiencia”, presentación en Noche de la Orientación Lacaniana sobre el curso de J. -A. Miller El lugar y el lazo, EOL, Bs. As., 22-09-04.

Torres, Mónica, Clínica de las neurosis, Cuadernos del Instituto Clínico de Buenos Aires-10. Bs. As. 2005.

El Psicoanalista aplicado en el Hospital

El Psicoanalista aplicado en el Hospital
Salud mental e instituciones
Por Guillermo A. Belaga

El psicoanálisis tiene un lugar siempre que hay algún imposible a tratar. [1]
Poder pensar el psicoanálisis aplicado, siempre implica no perder de vista la perspectiva de que el recorrido analítico es un tratamiento de lo imposible. Desde la experiencia de lo real, el psicoanálisis se puede distinguir de las psicoterapias por pensar la vida del sujeto, su modo de gozar. Asimismo, reflexionar sobre el estilo de vida, incluye el lazo social, y en este sentido puede alcanzar, como recuerda Lacan en relación a los psiquiatras ingleses durante la Gran Guerra, inventar nuevas formas de comunidad.
Por otro lado, los principios continúan, la clínica en la institución debe ubicar el genio del lugar.
No perder de vista, que en el dispositivo analítico, hay un genio, es el inconciente [2], y aunque parezca obvio no son los analistas los genios. Sino que el analizante es el que tiene vocación de genio, es el que podría llegar a alguna invención de esa imposible relación entre los sexos.
Encontrar lo específico de la práctica en el Hospital no es sencillo, haciendo un estudio de la casuística de entradas y salidas de los tratamientos, comprobamos que el efecto de las psicoterapias es como el efecto placebo, en cuanto a que en pocos meses el 60% de las consultas tiene una resolución favorable, con independencia de la teoría aplicada.
Al respecto, una lectura de esto indica que "no se puede determinar la eficacia de los conceptos, sino que lo que se verifica es la eficacia del terapeuta" [3]. Por lo que estamos ante el desafío de ubicar lo particular del psicoanálisis en este cuadro de resultados similares.
Como el sujeto del inconciente difícilmente se describa en el terreno de la eficacia psicoterapéutica, entonces conviene apelar para aislar su funcionamiento y la eficacia del psicoanálisis en la época, su relación al cuerpo, a la función del padre, al problema del amor, para de esta manera ceñir de que goza cada sujeto.
1. El deseo del analista y los United-sinthomes
Al abordar el tema, no se puede perder el marco de referencia: la relación que tiene la práctica del psicoanálisis con la pregunta por el deseo del analista y la política de la cura.
Hay una escena conocida, una pregunta insistente en la iniciación de la práctica, me refiero a la formulación: ¿es posible el psicoanálisis en el Hospital?
La experiencia indica, que la misma cuestiona más al hospital como estructura, como Institución con una norma universalizante, e interroga menos al psicoanálisis. Es que esta pregunta deriva de la concepción del Simbólico articulado, el de los discursos, el del Amo y su reverso, que deja más como "sabido" y/o no cuestionado, lo que es un analista.
En este sentido, la novedad de poner el acento en una pragmática, el "saber hacer con" inaugurado por Lacan, permite reformular las definiciones de "Institución", y superar la disyunción entre Sociedad analítica y comunidad de los analistas, entre ordinación en intensión y el psicoanálisis en extensión. Hasta ahora, esta división ha obedecido a que la práctica en el Hospital, es pensada como una estructura determinada que implica descifrarla desde la lógica del padre -al modo del Tótem y Tabú de Freud-.
Este punto de vista daría un sentido a esta Institución, del que en consecuencia se podría diferenciar otro, concerniente a la estructura de la Institución psicoanalítica. Cuestión que abre a las tentaciones extraterritoriales.
Para salir de este problema, conviene tomar lo que dice J.A.Miller que parafraseando a John Searle en La Construcción de la Realidad Social define el "aparato" de psicoanalizar [4]: como un hecho institucional.
Este enfoque pragmático, sitúa que el hecho institucional, tiene como única condición que deba su existencia al lenguaje. Y lo distingue del hecho bruto, que no depende del mismo. De este modo introduce el problema del sentido y lo real, para repensar las referencias anteriores de Lacan a Lévi-Strauss, a una combinatoria social que ya tenía al Otro incluído.
Esta pragmática del psicoanálisis, ordenada a partir de la categoría de lo real como la ausencia de un programa: el "No hay relación sexual", establece que hay instituciones, no La Institución standard. Cada una definida por una práctica común del lenguaje, cuyo sentido es el uso que se le va dando al mismo, hasta construir una comunidad de vida que podríamos definir como comunidad clínica.
Desde esta perspectiva, la fórmula del hecho institucional variará en tanto un hecho bruto (real), tendrá un suplemento de valor y de sentido, en cada contexto dado.
En definitiva, del cambio axiomático, derivará pensar la construcción del deseo del analista de otro modo, de una manera que implique una desidentificación con el deseo de Lacan, si tomamos por ejemplo que en "La dirección de la Cura", es evidente que éste construyó el deseo del analista pensando-contra la IPA.
Así, en esta época el camino ya no es el mismo por la razón de que ya nadie puede arrogarse el ser representante exclusivo del psicoanálisis, justamente por estar afectados al hecho actual de que no hay un S1 legible.
En consecuencia, el deseo del analista se construye en relación a series no totalizables en la práctica clínica, como describe E.Laurent, los United- sinthomes -de la serie de los síntomas-[5]. Como se dice usualmente, con "un saber hacer... con lo que viene".
2. El Hospital y la formación
La práctica en la institución siempre fue parte de la formación, parte del deseo de ser analista. Un lugar para desarrollar la vocación curativa en relación al Otro -social-.
La institución "hospital", en general, -por propia experiencia-, es tomada como lugar de iniciación, como una bildungromans, una novela romántica, centrada en la trayectoria formativa del protagonista, y que conduce como paso necesario de un proceso pedagógico finalmente a una totalización, a un "analista realizado". Pero, este camino termina necesariamente emparentado con el análisis didáctico: la conclusión lleva a que el "analista formado" es el que afianza una extraterritorialidad para el psicoanálisis.
Sin duda, la pregnancia de esta concepción, contribuye a la devaluación, a poner en cuestión la práctica de El psicoanálisis en el hospital.
Diferente es concluir que la práctica en la institución, es sinthomatica para el practicante.
_______
a
Este matema se conecta a lo dicho, es una fórmula que implica que el Otro no existe, pero que no significa que no funcione.
Así el psicoanalista aplicado en las instituciones podría estar vectorizado por lo que se conoce como un final pasional, que considera tanto los valores de la ciudad (A), como la problemática sexual (a) como tal. Es lo que E.Laurent ha planteado como: el ubicarse en el mundo en una posición que no sea epicúrea ni estoica [6].
4. Las normas y las condiciones del acto
Cuando se gestiona una institución, se presenta lo que señalaba G.García en el reciente Congreso -de la AMP- en Bruselas: 1º la discordia existente entre lógica y realización, y 2º que el edificio, la organización que uno se dá de la práctica no debe ser disrruptivo con la arquitectura del psicoanálisis.
Asimismo, el saldo de un análisis, contribuye a abandonar el desafío a las normas, a dejar paso a un saber que diferencie el ideal, y sin esto no sería posible dar marcha a la buena burocracia.
Es que en cualquier momento, se pone a prueba el saber hacer un uso de la regla, y no un desprecio de la misma [7], lo que significa ya no estar cautivos del amor por la verdad -propio del discurso histérico-.
Fundamentalmente, el saber hacer traduce un viraje del ser hacia lo real, y este saldo del recorrido analítico, es condición para que el psicoanalista pueda gestionar la institución.
Emparentado, se encuentra el recurso a la ironía, que como ha dicho Miller conviene al psicoanalista no menos que al revolucionario.
Habla de que el Otro no existe, y que no hay discurso que no sea del semblante [8].
Ahora, si se tiene en cuenta que la Ley no lleva al ideal sino a lo real. Si el psicoanalista apuesta a que surja el genio del lugar, ésto es la aplicación de la regla de la asociación libre, situarse en una posición de gestión, es aspirar a que desde el lugar del universal que esa posición conlleva, se esté vigilante para no adueñarse del campo de aplicación de la regla.
Es decir, dejar abierto el poder pensar el problema del superyó -de la satisfacción de la pulsión-, ya que cada etapa de su aplicación esconde una elección de goce.
Así, la Institución tiene sus normas, pero se debe intentar construir la misma en términos de aceptar la fuga de sentido, de otorgar un lugar a la particularidad.
Existen indicios cotidianos, que ciertas formas clínicas y/o figuraciones de la transferencia provocan condicionamientos en los hospitales. Como también, en las instancias del llamado "Sistema de Cobertura" de obras sociales, y prepagas, hay un empuje hacia una "satisfacción de la demanda econométrica", que pone en aprietos, el acto analítico.
Al respecto, los practicantes, experimentan que es "mejor" que los tratamientos transcurran en una metonimia libidinal imaginaria positiva, y al contrario, temen el peor de los mundos: toparse con la transferencia negativa, con la sospecha.
Comentaré brevemente un caso de la práctica privada, para situar el problema. Se trataba de una jóven que gozaba de "enloquecer" al otro, que no quería trabajar, sólo enloquecer al otro. Su verdad, era gozar de la privación, como lo hace la histeria.
Y en un momento de la cura este modo de actuar se empezó a dirigir al analista.
El control del caso, demostró que la cuestión era no quedar transferencialmente bajo el modo del padre muerto, tomando en cuenta el antecedente inicial de la "quiebra" del padre, y que ya había hecho "quebrar" a otros analistas. Así, la intervención fue darle a entender con firmeza que si proseguía de esa manera, lo único que iba a lograr era seguir repitiendo. Confrontar a la analizante con esto, fue dejar de su lado la decisión por el trabajo, o de lo contrario, quedaba en la misma enunciación la posibilidad de terminar el análisis.
Con este relato se intenta dar cuenta de situaciones similares que pueden emerger en una cura en el Hospital, en donde se tendría que estar a la altura de soportar la posibilidad de sancionar las posiciones de goce, y las viscisitudes de un tratamiento de este tipo. También, esto es clave, sobretodo porque por la oferta que hacen las instituciones, existen muchos pacientes que llevan lejos su casamiento con la muerte.
5. Figuraciones clínicas, el Otro y el resto
El Hospital, frente a la inconsistencia del sujeto (S) aparece como una garantía del Otro, una garantía simbólica del Nombre del Padre.
Esto se comprueba en las llamadas "urgencias". En el estudio de la casuística, encontramos que en la Admisión los casos nombrados como "urgencias" reunían las coordenadas del trauma, del acontecimiento del decir. El detalle clínico en el seguimiento de estos sujetos, fué comprobar que en la rápida recepción de los mismos, la mayoría de estas urgencias habían modalizado sus síntomas al formalizarse el alojamiento en el Otro. Un comentario de uno de los practicantes, resume ésto: el "angustiado" de la admisión, se "convierte" en un "depresivo" al inicio de las entrevistas.
La práctica de la prescripción de psicofármacos, ha permitido entre otras cosas sostener y organizar los dispositivos de asistencia ambulatorios. Asimismo, lo que a fines del siglo pasado eran esperanzas de dominar la clínica a partir de algunos efectos concretos en lo real del cuerpo, ahora hasta los psiquiatras que más promocionaban los criterios exclusivamente farmacológicos, empiezan a aceptar los llamados "tratamientos combinados".
En un mayor silencio, transcurre el hallazgo de que el efecto placebo del medicamento alcanza entre 30% y el 60% de muchos transtornos, no solamente en las ansiedades y/o depresiones leves, sino también en casos de excitaciones psicomotrices.
También, un aspecto del ascenso de la retórica de las neurociencias y el desarrollo tecnológico, es la respuesta de algunos psicoanalistas de tomar la bandera del humanismo abandonada por muchos médicos.
En consecuencia caen en un ideal, que conlleva a una épica frecuente: la del poder de la palabra "contra" el psicofármaco. No caben dudas que la creencia en el psicoanálisis para la resolución del síntoma es una apuesta importante. Y sí, se comprueba en muchos casos la eficacia de la sustitución del medicamento por la palabra; el logro de cambiar la alienación al mismo por el saber que cada uno quiera obtener del análisis.
Pero, para modalizar esta "defensa", los obstáculos o inercias son una enseñanza. Es el caso comentado en un ateneo de una paciente con agorafobia, que al consultar recibía medicación tranquilizante desde hacía años como único tratamiento. Luego en pocos meses, efectivamente el tratamiento psicoanalítico logró conmover sus síntomas de "encierro", posibilitando que poco a poco dejara de tomar el psicofármaco.
Sin embargo, el dato remarcable, es que si bien dejó relativamente la píldora, el relato destacaba que sólo salía de su casa con la receta en su cartera: "por cualquier cosa que pudiera pasarle". Es decir, la paciente ha encontrado una solución a su síntoma fóbico, se ha hecho de un nombre inscripto en un trozo de papel para circular por el mundo.
Aquí la discusión encontró válido preguntarse, si seguir apostando a un franqueamiento, o respetar este nivel de reducción significante, como límite.
Por último, un paciente psicótico, cuya soledad es consecuencia de la cizaña repetitiva del automatismo mental, demostró otro aspecto de la práctica: como el holding puede ser un recurso necesario, como revés a la sesión analítica breve.
Así, la temporalidad significante de la sesión, su semántica, puede ser seguida en un arco que va de la tragedia al chiste como modo de hacer con el parasitismo del lenguaje. Pero para sostener esta lógica, se requiere que la institución lo aloje en otros dispositivos, conformándose una red que conjuga el lazo social y la suplencia.
Asimismo, otro acontecimiento de esta cura resultó una enseñanza en relación a la gratuidad de los tratamientos en la institución.
Resultó que el paciente se enamoró de una "acompañante terapéutica", lo que iba poniendo en dificultades el modo en que había construido una solución frente al sexo. Desde esta perspectiva de lo real, se indicó que pasara a pagar dicho acompañamiento, que lo sancionara como un trabajo; lo que lo pacificó al dejar la relación con esta mujer en un platonismo. Esta distancia asintótica, regulada por el pago, tiene el detalle que el tratamiento "libidinal" del amor y el dinero no comprende directamente a la persona del analista, quedando éste en el Hospital, en el lugar del que recibe el testimonio.
Sin duda, el caso muestra la disyunción en la psicosis de los términos del fantasma, pero con los mismos se ha encontrado un nuevo artificio, "más seguro" para el paciente.
6. A la salida la vergüenza y el pudor- a <> A
Se evidencia, en controles, y presentaciones que la gran mayoría de los casos son de la entrada y el inicio de un análisis. Asimismo las salidas están lejos, de lo que consideramos un final.
Hemos señalado en la introducción la eficacia del psicoanálisis con otras psicoterapias, en relación al común efecto placebo.
Con esto, ¿dónde comenzar a ubicar lo específico del psicoanálisis como terapéutica que no sea como las demás? Avanzaría para iniciar una respuesta, con algunas hipótesis de porqué los pacientes deciden no continuar y/o suspender los tratamientos.
Así, tomando el par Alienación/Separación, se podría conjeturar que:
1. del lado de la Alienación: donde el sujeto se inscribe en el Otro, y los efectos de sentido se producen por la identificación primera (S1).
La clínica en el Hospital se demuestra eficiente por:
- la tendencia "natural" del sujeto a identificarse,
- por el hecho que la identificación aliena al sujeto al lugar del Otro, en la búsqueda de su ser. Al menos este saldo lo detiene un momento en su indeterminación subjetiva.
- también, la operación alienación, deja situada -lo que no es desdeñable- la garantía en el Otro social (función del hospital público).
Detenerse en la cuestión de la garantía tiene su importancia porque es un hecho que al principio del análisis, luego de conmovido cierto punto imaginario, la relación al inconciente, introduce una inconsistencia simbólica. Esta inconsistencia, en el vector de la transferencia, necesita funcionalmente de una consistencia simbólica del lado del Otro. Es el punto donde el analista ocupa ese lugar de significante del nombre del padre como garantía.
Esto por supuesto, es un momento en la trayectoria del análisis, pero que no debe dejar de advertirse, ni quizá de hacer un buen uso del mismo en la cura. Si uno intenta muy rápidamente llevar al campo del Otro sin garantías puede ser que se interrumpa el tratamiento. En tanto, éste es un punto de una simbolización desconcertante para el paciente, la del sujeto culpable, la del sujeto en deuda y está la posibilidad de recentrar esta simbolización, se podría decir, gracias al analista, en posición de Nombre del Padre.
Esto permite formular una cuestión que involucra el estatuto social del hospital, en relación al cálculo de la interpretación y sus efectos en la caída de las identificaciones, que llevan al paso del nombre del padre al campo del Otro sin garantía, en conexión a un cuidado ético de los valores de la ciudad. En este sentido, lo que orienta al psicoanalista es la evaluación del síntoma del sujeto.
Y tampoco pensar que porque este paso no ocurre es un fracaso, dado que el no franqueamiento, puede igualmente producir a veces ciertos saldos positivos del análisis, ligados al aligeramiento de la culpa. Se puede encontrar cierto efecto de aligeramiento del Super Yo, un cambio en la lectura de la neurosis de destino, una pacificación en relación a los estragos del Otro, sin franqueamiento del punto de consistencia del analista -en tanto nombre del Padre-.
2. Ahora, si tomamos el lado Separación: donde la inscripción es en el lugar del goce (a).
Es dónde aparece la mayor inercia. En este sentido, un rasgo que ayuda a esclarecer este punto es el encuentro con la vergüenza y el pudor.
Esto se pudo deducir de un caso, de un controlante, en que el paciente no quería continuar en el hospital en el punto que éste, era una continuación de la metonimia familiar.
Al respecto, se pueden ubicar mediante el matema: a <> A los siguientes fenómenos:
1) el agalma de la transferencia, 2) el dinero, y también el surgimiento de 3) la vergüenza, en el campo del Otro.
De esta manera con esta escritura se reúne una articulación de extimidad entre el plus-de-gozar y el Otro.
Al respecto, de la vergüenza se sabe que es un fenómeno que ocurre en presencia de un testigo, primero en el plano imaginario de la intersubjetividad, pero sobretodo como efecto de la mirada del Otro. Es la entrada en escena de esa mirada íntima, lo que puede llevar al paciente al escamoteo. ¿De qué? De su deseo, dado que se instaura precisamente en el campo de la mirada. Como sitúa Guy Briole, lo que Lacan denomina "vergonzontología" (hontologie-honte-ontologie) afecta tanto a lo real causal del sujeto como a lo que revela el encuentro con el horror, que vuelve al sujeto en forma de mirada que lo juzga y lo hace extraño entre los suyos [9]. Un sujeto avergonzado por ser excluído, en inclusión.
En la práctica analítica, no es raro que el propio paciente, al final de las entrevistas preliminares, pida acostarse en el diván cuando es afectado por la vergüenza –asociada a hechos o principalmente a fantasías de deseo, particularmente íntimas y secretas, que pueden ya involucrar al analista en ese tiempo del análisis-.
Entonces, la vergüenza es un indicio de transferencia, pues el analista es colocado en el lugar del público, cuestión fundamental para pensar las "deserciones" en el hospital.
Esto también los devela como espacios de la ciencia, donde la exposición pública no deja lugar muchas veces a hurtarse de la mirada. Recordemos al respecto, la respuesta de Lacan: el elogio al barroco como algo propio del psicoanálisis, en el sentido de una "ética posbarroca" [10].
Sin embargo, el psicoanalista advertido de estos efectos, deberá regular los propios de su acto para a su vez, despertar y "dar vergüenza" y llevar la experiencia a un punto donde quizás el análisis deba proseguir si se cumple su apuesta, en otro contexto.
Es que, para finalizar, si el programa de la práctica en la institución va contra el parloteo, la resolución sintomática siempre debe ser evaluada en conjunción con la transferencia.
Así, Lacan, dice que la misma no es la puesta en acto de lo real del inconsciente, sino puesta en acto de la realidad sexual del inconciente.
En la medida en que el análisis -como principio- es la no-relación sexual puesta en escena.
De esto se trata.

Notas
1- Laurent, E.: Psicoanálisis y Salud Mental, "Posición del psicoanalista en el Campo de la Salud Mental", Bs.As., Ed. Tres Haches, 2000, pags. 33-34
2- Miller, J.A.: Rev. El Analiticón Nº1, "Genio del psicoanálisis", Madrid, Ed. Correo/Paradiso, 1985, pags. 5-15
3- Laurent, E.: ib. Op. Cit. pag 42
4- Miller, J.A.: Estudios Psicoanalíticos Nº4, "El aparato de psicoanalizar", Madrid, Ed, Eolia/Miguel Gómez, 1988, pags. 15-32
5- Laurent, E.: notas de la intervención que hiciera durante el foro: "La brújula del psicoanálisis", en el Congreso de la AMP, Bruselas, 18.07.02
6- Laurent, E.: Los objetos de la pasión, "Pasión y ética del psicoanálisis", Bs.As., Ed. Tres Haches, 2002, pags. 102-3
7- Laurent, E.: Psicoanálisis y Salud Mental, "El psicoanalista, el ámbito de las Instituciones de la Salud Mental y sus reglas.", Bs.As., Ed. Tres Haches, 2000, pags. 79-92
8- Miller, J.A.: Uno por Uno Nº34, "Ironía", Barcelona, Ed. Eolia, 1993, pags. 6-12
9- Briole, G.: Cuadernos de Psicoanálisis Nº26, "De la vergüenza", Bilbao, Ed. Eolia, 2002, pags. 253-55
10- Laurent, E.: Síntoma y Nominación, "El reverso del síntoma histérico", Bs.As., Colección Diva, 2002, pags.13-23

PUBLICADO POR Nilda Hermann