viernes, 29 de noviembre de 2013

VI EnAPOL - 22 y 23 de noviembre de 2013

 
 


“Bipolaridad”: Manía, Melancolía

“En el mundo de la psiquiatría, las clasificaciones nos dicen más acerca del mundo social y estético en el cual han sido construidas que acerca de (su) naturaleza.” G. E. Berrrios[i]

1. Introducción.

El modo en que está planteado el título del presente trabajo, ya intenta aludir a la tensión que existe entre estos términos en el debate actual.

Así, el Trastorno Bipolar, por un lado, y por otro, la Manía y la Melancolía tienen diferentes orígenes temporales y se inscriben en diferentes paradigmas dentro de la psiquiatría.

La Manía, la Melancolía y la Locura Circular, de la Escuela Francesa, la Psicosis Maníaco Depresiva de la Escuela Alemana, responden a los grandes relatos que se conocen como la “psiquiatría clásica”. A su vez, G. Lanteri Laura[ii] ha descripto  una serie de paradigmas de la psiquiatría moderna, consignando que estas descripciones se ajustan al Paradigma de las Enfermedades Mentales, más preciso que el alienista de Pinel y Esquirol, y que justamente inaugura en el siglo XIX con J. Falret con su descripción de la Locura Circular y se extiende hasta la muerte de H.Ey en la década del 70 del siglo XX.

2. La razón de la “Bipolaridad” y la época.

La “Bipolaridad” toma su forma actual inscribiéndose en el paradigma Tecnológico, que sobre todo a partir de la los 80-90 impulsa a considerar a la psiquiatría como “una neurociencia clínica”.

En 1957, Karl Leonhard propone una clasificación de las psicosis endógenas basadas en la polaridad. Así surge esta entidad, cuyo antecedente ineludible son las Psicosis Maníaco-Depresivas descriptas por E.Kraepelin, que agrupa los cuadros afectivos en esta única categoría.

A partir del DSM III (1980) se “expresa” claramente el paradigma tecnológico en psiquiatría. A esta edición del manual de diagnósticos, se incorporan decididamente el Trastorno Bipolar de Leonhard, y se excluye precisamente la histeria que habla de un cuerpo erógeno que no se deja calcar al cuerpo biológico, y se desarticula la relación angustia- síntoma, angustia- acto.

 3. El “Espectro Bipolar”.

A partir del paradigma Tecnológico, el modelo de estudio que han impuesto las neurociencias es el “espectro epiléptico”. Del mismo, entonces, han surgido otros tantos en el campo de la psiquiatría, los más conocidos el espectro autista, y  el que estamos estudiando: el espectro bipolar.

Entonces, estas clasificaciones surgen de una práctica nueva, que se ha ido imponiendo en el siglo XXI, determinada por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo[iii]. Al decir de J.A. Miller, la dominación combinada de esto dos discursos han logrado destruir la estructura tradicional de la experiencia humana. Asimismo algo que interesa particularmente para nuestro tema es que el sujeto construido por el Discurso del Capitalismo, está organizado para concebirse a sí mismo como emprendedor, como un empresario de sí, entregado a la maximización de su rendimiento.

El sujeto que se inscribe en el “espectro bipolar” es el que no logra este “management del alma”.

Se debe aclarar que este debate rebasa incluso la edición vigente del DSM. Para entender la diferencia, los DSM reconocen los tipos I al III, y un trastorno bipolar “no especificado” no encuadrado por las otras descripciones. En cambio, el “espectro bipolar” sería un cuadro contínuo que va del temperamento extremo al estallido pleno de la enfermedad afectiva, incluyendo los subtipos: I; II; II ½; III; III ½; IV; V; y VI.

Así, no sólo abarcaría la depresión unipolar, también el narcisista y el borderline, los cuadros “inducidos por sustancias”, y lo “psicopático”.

A modo de resúmen, el “espectro bipolar” reafirma un modelo biomédico, subrayando un cuerpo viviente a través del concepto de temperamento y los factores genéticos. A su vez, estos últimos, junto a la convergencia con el objeto técnico de consumo, representa un “bioengineering”, una tecnología del yo sostenida en un darwinismo social.

4. Los planteos freudianos.

En Freud, podríamos situar lo siguiente: primero, lo que le interesa es definir el registro de la pérdida del Objeto. En conexión, está el modo en que piensa la naturaleza del Objeto, reconociéndose en su manera de denominarlos los registros imaginario, simbólico y real: objekt, sache, ding (respectivamente). Por último, llama la atención como para explicar el problema de la melancolía, hace referencia a un caso de catatonía.

Estos puntos permiten algunas conclusiones: la no pérdida de das Ding, la Cosa. Esto hace a la posibilidad de plantear un par esquizofrenia/melancolía en lo que respecta a los fenómenos del cuerpo (el lenguaje de órganos/la hipocondría melancólica, y el Sindrome de Cottard). Relacionado, la conexión entre el odio, el superyó y das Ding. Como también entre estos conceptos y el pasaje el acto.

Por último la tesis para la psicosis de un tipo de elección de objeto relacionada al Narcisismo primario.

En este sentido, lo que Freud consideró como narcisismo primario, Lacan lo sitúa en el nivel del Goce puro y aislado del objeto a.

5. Acto melancólico y Acción maníaca.

Dos viñetas clínicas permiten ilustrar las definiciones de Lacan, principalmente del Seminario de “La Angustia” y “Televisión”, y la importancia que ha dado al concepto clásico de Kakon (el mal).

La melancolía definida desde el Acto. El caso muestra el odio como “único sentimiento lúcido”, y como el sujeto debe atacar, para liberarse, ese goce autoerótico en demasía, mediante el acto suicida-homicida.

La manía definida desde la Acción hasta su agotamiento. La excitación maníaca, el rechazo del inconsciente, la “no función del objeto a”, se ven ilustrados por el caso. El sujeto testimonia de un quiasma radical: el significante en una pura metonimia, por un lado, y por otro, el ser del viviente.

El empuje de lalengua que asedia y disuelve el lenguaje, hasta que logra hacerse amo del significante, lo suficiente para que su “apuro” ya no sea mortífero.

Lo destacable de ubicar estas posiciones, es que también orienta en la cura. En un caso el analista intenta postergar el acto, que es su referencia. En otro se hace partícipe de la acción, “secretario” de la misma, para que sin aplacarla totalmente, logre un funcionamiento.

6. Conclusión

En el Coloquio sobre el curso “Sutilezas analíticas”, E.Laurent ha dicho que “hay muchos elementos de la clínica de la época que van en la dirección de la producción de una clínica separada de lalengua”.

La investigación desemboca en una tensión: los DSM por un lado, con su sueño de un síntoma sin inconsciente, y por otro el Sinthome, que permite reordenar la clínica analítica desde lalengua con una perspectiva desabonada del inconsciente.

Finalmente, un breve comentario dedicado a la medicación, específicamente sobre el “efecto real” del psicofármaco y una pregunta sobre la evolución de los cuadros clásicos de las “enfermedades mentales”.

En principio, se puede deducir de los casos presentados, cómo el psicoanálisis y la ciencia han modificado las descripciones de la psiquiatría clásica.

En cuanto al uso del psicofármaco, no podemos desconocer que es un instrumento que conduce al sujeto a poder gozar de nuevas partes de su cuerpo[iv].

Es una práctica de la norma autoerótica.

Pero también, reconocemos que el uso del mismo permite al sujeto decidir de otro modo, consentir a un psicoanálisis.

El medicamento realiena al sujeto al lugar del Otro, le da una posibilidad de elucubración de lalengua.

       Guillermo Belaga

Agosto de 2013

 


[i] Berrios, G.E.: Hacia una nueva epistemología en psiquiatría. -1ª Ed.- Buenos Aires: Polemos, 2011
[ii] Lantéri-Laura, G.: “Ensayo sobre los paradigmas de la psiquiatría moderna”- 1ª Ed.- Editorial Triacastela, Madrid, 2000
[iii] Miller, J.A.: “Lo real en el siglo XXI”- El orden simbólico en el siglo XXI: no es más lo que era, ¿Qué consecuencias para la cura?- 1ª ed.- Buenos Aires: Grama ediciones, 2012. pp. 425-436
[iv] Laurent, E.: ¿Cómo tragarse la píldora?- Ciudades analíticas, Tres Haches, Buenos Aires, 2004



 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

LA PRÁCTICA ACTUAL Y ¿EL PADECIMIENTO SUBJETIVO DE LOS INTEGRANTES DEL EQUIPO DE SALUD?

Unidad Académica Hospital Central de San Isidro

Autores: Iammatteo M. Inés, Leserre M. Eva, Lima Quintana Delfina, Melamedoff Daniel, Rossi Alejandra.

Palabras Clave: Trabajo en salud – Padecimiento Institucional - Posición subjetiva - Análisis personal.


ABSTRACT:
El objetivo del siguiente trabajo será articular el trabajo en salud y las implicancias subjetivas del profesional que integra un equipo de salud, tanto en la formación de los alumnos de medicina como así también en el campo de la asistencia institucional. De qué modo el padecimiento se encuentra entramado a un encuentro con la práctica que implique una posición subjetiva sacrificial. Nos preguntamos desde qué otros lugares se podría abordar la práctica profesional en las instituciones y la relación que esto tendrá con el análisis personal de cada profesional.


DESARROLLO:
Horacio González en su texto el dolor del funcionario[iii] plantea que “Hay en todo el mundo (…) la idea de una culpabilidad del Estado. Esta idea no carece de fundamentos. Siglos y siglos de teorías del Estado basadas en una razón que le sería propia, por encima de la comprensión del ciudadano común, acabaron produciendo una sospecha de que ante las catástrofes o desarreglos del mundo real, el Estado tiene una suerte de culpa eminente. (…) se dice que a los funcionarios estatales, ante cualquier incidente, lo primero que se les viene a la mente es exculparse. (…) se parte de la idea de que las víctimas son un sujeto doliente de la historia, se piensa que todo accidente en los sistemas públicos (…) no son tragedias. Se presupone la culpabilidad del Estado.
Las víctimas nunca están calladas, (…) la política y el Estado mismo son ámbitos de escucha de las víctimas, y de actuación en su nombre. El Estado puede ser de inmediato culposo; sus funcionarios no debemos ignorarlo ni dejar de dialogar con el propio Estado en nombre de las víctimas. (…) El dolor público, para ser pedagogía colectiva no precisa exculpaciones profesionales”.
Creemos muy importante estar atentos a lo planteado aquí ya que es algo que atraviesa a todos los profesionales que encarnan la figura del funcionario público, y esto sucede inmediatamente en cuanto se trabaja en una institución pública. Suponer la idea de un estado culposo podría conllevar actuar desde un lugar poco conveniente, cargando con esa culpa, con su accionar apuntando hacia el quedar exculpado. Tarea que seguramente repercutirá en un padecimiento de dicho profesional.
Para ilustrar este texto traeremos un recorte de un suceso vivido por un profesional de la salud mental en una institución pública. El profesional caminando por la sala de espera de terapia intensiva se encuentra con un familiar de un paciente desconocido para él, quien lo increpa porque éste está usando el celular. Asumiendo que debería estar haciendo algo en pos de lo que está atravesando su familiar. Qué sucedería con este profesional si toma esto a su cargo, presuponiendo que su deber es responder inmediatamente ante el pedido de una “victima”. A su vez es interesante poder pensar cómo esto necesariamente se enlaza con el análisis personal de cada uno en función de cómo repercute en la trama fantasmática de cada uno.

Freud en Consejos al médico[iv] postula que el modelo más conveniente para la práctica es el del cirujano, que procede dejando de lado todos sus afectos y compasión humana, y concentra sus fuerzas en realizar una operación lo más acorde posible a las reglas del arte. Para el psicoanalista señala que hay una tendencia afectiva peligrosísima, que es la ambición de obtener un logro convincente para los demás, generando una disposición de ánimo desfavorable para el trabajo y quedando indefenso ante las resistencias del paciente. Se justifica la exigencia de frialdad de sentimiento al analista ya que crea para el médico, el muy deseable cuidado de su propia vida afectiva, y para el paciente el máximo grado de operatividad que se le puede prestar.

Lacan se pregunta en su “Breve discurso a los psiquiatras” cuál es el papel del Psicoanálisis en la formación de los psiquiatras, y resalta allí la experiencia del encuentro del médico con la clínica, de donde ya no se sale intacto, teniendo en cuenta lo que hay de angustia en ese encuentro, allí donde el médico está concernido. ¿Cómo pensar entonces esta afectación en el practicante, a partir del encuentro con la clínica?
El psicoanálisis nos enseña, no sólo, que la angustia es un afecto, sino  que la misma tiene una función y que ésta, está ligada a la orientación.
“La angustia (…) está, en efecto, en la lógica de las cosas, es decir, de la relación que tienen ustedes con su paciente. Sentir la angustia que el sujeto puede soportar los pone en todo momento a prueba. El analista que entra en su práctica, no está excluido de sentir (…) en sus primeras relaciones con el enfermo, alguna angustia”[v].
Lacan se pregunta de qué clase de angustia  se trataría y cuál sería su función, si es que la tuviera.
Podría pensarse que la emergencia de la angustia evidencia, que el encuentro con la clínica pone en cuestión los ideales, hace vacilar las identificaciones con las que se cuenta al inicio de la práctica. Ideales que, en el campo de la salud, estarán relacionados con la idea de curación y salvación. La práctica, entonces, nos muestra una y otra vez lo inadecuado de este encuentro, que será siempre en tensión (resistencia, repetición, no mejoría).
Intentar rectificar la práctica hacia el lado de la salvación, llevaría quizás al padecimiento, el burn out, etc. Por otra parte, estar advertidos de que la angustia es estructural y tiene una función, posibilitaría que el practicante reoriente su práctica, sabiendo que ésta, no será sin la tensión que produce el encuentro con un paciente y los obstáculos que se presentan en el trabajo en una institución donde convergen diferentes discursos.
El psicoanálisis piensa la angustia en relación con el deseo del Otro, por lo tanto ésta es estructural al sujeto, sea paciente o practicante. Será entonces un lugar posible para desplegarla, el análisis personal y/o los espacios de supervisión, estando advertidos, de que, ante su emergencia, algo nos concierne e implica en tanto sujetos.


 BIBLIOGRAFÍA:
·        González, Horacio, El dolor del funcionario, Diario Página 12 del 24/02/2013.
·        Freud, Sigmund (1912), Concejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, Obras Completas tomo XII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1998.
·        Lacan, Jacques (1962), Seminario 10 La angustia, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2003.


[iii] Horacio González, El dolor del funcionario, Diario página_12 del 24-02-2013.
[iv] Freud, S.: (1912) “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” en O.C., Tomo XII, Amorrortu ed., Bs. As., 1998.
[v] J. Lacan, La angustia en la red de los significantes, pág. 13, 14, 15 En Seminario “La angustia”. Año 1962. Ed Paidós.