sábado, 26 de abril de 2008

ACERCA DEL ACOMPAÑAMIENTO TERAPEUTICO

CONGRESO NACIONAL DE PSIQUIATRIA DE LA APSA

MAR DEL PLATA, ABRIL DE 2008

COMENTARIO DEL LIBRO DE GUSTAVO ROSSI: “ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO. LO COTIDIANO, LAS REDES Y SUS INTERLOCUTORES

EMILIO VASCHETTO
Miembro de la EOL, la AMP y el Centro Descartes, Codirector del CID Junin del Instituto Oscar Masotta, Presidente del Capítulo de Epistemología e historia de la psiquiatría de la APSA

Quiero agradecer ante todo a mi amigo y “compañero de lucha”, Gustavo Rossi, por la invitación a participar de esta mesa con estos prestigiosos colegas.
Como entiendo que es una mesa de trabajo acerca del Acompañamiento Terapéutico (AT), y no simplemente una presentación del libro, aislé cinco puntos a desarrollar, siendo el primero una salvedad al aspecto de lo que –creo yo- es un comentario de un texto.

I- Comentario

Foucault dice en El nacimiento de la clínica, a propósito de lo que es un comentario, que “se interroga al discurso sobre lo que éste dice y ha querido decir (…); se trata, al enunciar lo que ha sido dicho, de volver a decir lo que jamás ha sido pronunciado …”. De ahí que comentar un texto para él es “admitir por definición un exceso del significado sobre el significante, un resto necesariamente no formulado del pensamiento que el lenguaje ha dejado en la sombra …” Viene a apoyarse sobre el postulado de que la palabra es un acto de traducción y por esto mismo “posee el peligroso privilegio de las imágenes de mostrar ocultando”.

Gracias a este párrafo, es que encontré la excusa perfecta para tratar de no citar directamente al libro de Gustavo Rossi e intentar la trabajosa tarea de “mostrar ocultando”, de tal manera que puedan adentrarse en su prosa –por demás clara y precisa- y en el armazón didáctico de su tema.

II – Redes

Lo que me pareció interesante tomar de su libro es que la práctica del AT aparece como respuesta a un obstáculo clínico, en una época donde la gravedad de los casos está precedida por una notable caída de las referencias a nivel social y su consecuente fractura de los lazos sociales. El recurso al AT se propone como una respuesta genuina al malvivir (J-C Milner) inscripta a su vez en dispositivos no Standardts. Esto tiene todo su valor para quienes estamos en el psicoanálisis pues él mismo desde sus orígenes se propuso como una respuesta al obstáculo clínico de una época (la histeria, la neurastenia, la nerviosidad moderna) y sobre todo “siguiendo, en las venas de la neurosis y de la subjetividad marginal del individuo”, tal como lo dice Lacan en un texto de los Escritos titulado "Variantes de la cura tipo", "moldeando -continúa- a una profundidad inesperada la estructura de un deseo que le es propio".

Osvaldo Delgado en un artículo de este libro, utiliza la idea de “clínica entre varios” para acercarse a la función del dispositivo de AT, como un modo (me parece a mí) de evitar hablar de “interdisciplina”, término en esencia impreciso y lugar común para gestos obsecuentes y ociosos epistemológicamente hablando.

El término “redes”, que figura en el subtítulo, lo entiendo de la siguiente manera: no sólo apela a la idea de malla o dispositivo de contención sino también a la idea de red significante. Esta idea lacaniana de red tiene su origen curioso en la cibernética. ¿Pero qué tiene que ver esta ciencia maquinal con el sujeto que se convoca a interlocución? En 1955, con la asistencia del profesor Jean Delay, el doctor Lacan pronunciaba la conferencia titulada “Psicoanálisis y cibernética”, haciendo referencia a la contemporaneidad de estas dos técnicas (psicoanálisis y cibernética) tomando como eje común el lenguaje. La diferencia que provee la cibernética no es precisamente de instrumento sino de registro: es decir, entre “el orden simbólico radical y el orden imaginario (…) lo que es buena forma en la naturaleza viviente es mala forma en lo simbólico”. El hombre inventó la rueda, ya que la rueda no está en la naturaleza, pero es una buena forma la del círculo. No hay cicloide en lo imaginario, es un descubrimiento de lo simbólico.
Podemos pensar que el concepto de red y congruentemente el de circuito, articuló gran parte de la teoría lacaniana: comenzando con el esquema Z o lambda, el esquema I, el Ro para la psicosis schreberiana … son circuitos, pasajes. En la misma sintonía nos enontramos con el grafo del deseo, etc. Son circuitos, son estructuras significantes derivadas inicialmente de la cibernética de Wiener. Esto le ayuda a Lacan a demostrar que la maquinaria sintáctica del lenguaje no es una sintaxis en el mundo de las ideas, no es una sintaxis celestial, sino que es una sintaxis encarnada.
Volviendo al AT y al concepto de red, es un modo de hacer con una presencia que se desplaza en la red significante.
Esto es esencial en el trabajo cotidiano (para tomar otro significante del libro) ya que la regla hoy son los cuadros complicados con la fragilidad de los vínculos sociales y la preeminencia de la clínica de la urgencia.
Trabajar sin red es equivalente –y para esto basta con recorrer las primeras páginas del Seminario de la angustia- es equivalente a la angustia (“a propósito de la angustia (…) no hay red” p. 17). Así también, la clínica entre varios es una clínica en red.
El texto de Rossi lleva la prudencia epistemológica de no ajustar los casos (incluido el AT mismo como caso) a la teoría psicoanalítica. Esto imprime una pragmática y una lectura teórica retroactiva.
Existe un aforismo que dice que “una práctica no necesita ser esclarecida para operar”. Los efectos derivados del acto que realiza el que soporta ese lugar de amistad, reservado para alguna estructura, serán mensurados a la luz de sus resultados. De allí se deducirá la ética en juego (la que guía tanto la dirección de la cura como la orientación particular del AT).

III- Meaning is use

En función de esto último, al adentrarnos en las “definiciones operativas” como las menciona Gustavo Rossi, me interesó el hecho de poder plantearse casi una respuesta apres coup de lo que es un AT (según mi lectura). Algo que por cierto es muy lacaniano. Él dice: un AT no es un analista, no es un psiquiatra, no es un enfermero, no es un familiar, no es un amigo en el sentido de la pasión (aunque sí en la virtud), etc. ¿Pero qué es un AT? Rossi lo define positivamente, pero yo no lo voy a decir, ya que espero que uds se acerquen al libro, lo lean, lo compren... Lo que leo allí es que el AT es una función. Y esto es lo que me interesa como analista, como psiquiatra y como alguien que utiliza este recurso. Un AT es una función f(x), y como toda función (desde el punto de vista matemático y lógico) es una inscripción simbólica (f) para cualquier valor que venga a inscribirse en una variable (x). “De este modo –comenta J.C. Indart en la Scilicet- la función como suposición, es anterior a su argumento y se trata de ver, según lo que en este último se inscriba, la posible realización eficaz de sus aplicaciones”. Esto puede leerse como función simbólica o lo simbólico como función y así uno puede servirse de ella de un modo que no sería burocrático ni Standard.
¿Qué sentido tiene la implementación del AT? ¿Qué significación produce su praxis en un determinado tratamiento? Meaning is use, según el famoso aforismo wittgensteiniano, el sentido es el uso; la significación de su práctica es el uso, la función que se da de ella. De allí que Rossi rescata la “plasticidad” del AT

IV- Lazo social

Se pueden hacer distintos lazos sociales (discursos) pero no se puede hacer lazo con la sociedad. Esto depende de qué manera un articulador un semblant puede hacer que en su función el paciente haga más vivible la pulsión. No se trata de la función del AT como educador o como una función pedagogizante (a lo W. Reich) sino más bien, se trata de acompañar al sujeto en sus propias invenciones, en un dispositivo de palabra, para que orientado por la lógica del tratamiento, pueda hacer ingresar eso en un discurso.
Hay un error común en el ámbito psicoanalítico lacaniano y es creer que el semblante es un engaño, una mentira o un como sí. En realidad puede ser todo eso, pero no es sólo eso, sino que el semblante toca lo real.
Aquél que padece un síntoma, es decir algo durable (y duro), sobre todo si es de suficiente gravedad, presenta el riesgo de ruptura del lazo social. Esta disfunción afecta su existencia pero también sus relaciones de dominación –de allí que JAM cambie el concepto de lazo social por el de lazo dominial. El síntoma en su faz variante se modifica según los dispositivos de dominio, incluyendo la falla de dominio del sujeto. Ahora bien, el síntoma posee en su núcleo interno, en su faz invariante, un núcleo de goce, que es el "incurable" y que representa el matrimonio más complicado para el sujeto: su satisfacción autista. Su satisfacción fuera de cualquier lazo.
Es menester hacer aquí una precisión acerca del lazo social y la socialización: el lazo social es una relación precisa con el significante que produce un resto libidinal y que en su efecto de sujeto puede insertarse en un discurso. Cuando recién decía acompañar al sujeto en sus propias invenciones, me refería a que –y esto es lo que deduzco de los casos presentados en el libro y en mi propia práctica- que no se trata de inyectarle al sujeto fórmulas de adaptación a la sociedad ni ideales de buena conducta ni tan siquiera psicoeducación; la mayoría de los sujetos ya tienen esbozada una respuesta, en el caso de la psicosis el delirio por ejemplo (que es un cifrado del goce). Aunque esta respuesta los deja fuera del lazo social. Es necesario entonces que el tratamiento posible, o la dirección de la cura, y sus pseudópodos (los AT) hagan de articulador entre las respuestas del sujeto, sus propias invenciones y la inserción en un discurso posible.
Recuerdo un paciente al que asisto aún hoy. Vino a la consulta, luego de haber recorrido al menos media docena de profesionales. Su actitud me resultaba impenetrable y creí entender que estaba reticente. No acusaba recibo de ninguna de mis intervenciones ni de las indicaciones terapéuticas. Acudía a “purgas de cerebro” como él las llamaba (ingesta de considerables cantidades de pastillas y alcohol) y “autointernaciones” que eran estados de aislamiento, atimormía y ruptura de la comunicación. Como su actitud era irónica e incrédula me tomó un tiempo entender que se trataba de un estado de perplejidad. Sin saber muy bien qué hacer indiqué AT haciéndole saber al paciente que no estaba de acuerdo pero que lo acompañábamos en sus decisiones. El recurso del AT sirvió para pasar de la auto-internación a una hétero-internación, como un modo de pasar por Otro. Esto produjo un desplazamiento de la posición irónica inicial (sin Otro) al recurso al humor (como un modo de satisfacción que hace parroquia). Finalmente el sujeto aisló un significante “palos en la rueda” que rubricó el pasaje a una modalidad paranoica: las mujeres le ponen “palos en la rueda”. El recurso a la “amistad”, de parte de los AT propició un lugar excepcional para el despliegue delirante y amortiguador de los efectos mortíferos del goce del Otro (que ahora dejaba de estar deslocalizado).

V- El artesano

En no pocos lugares del libro Rossi resalta el aspecto artesanal de la función del AT. El artesano tiene como función organizar algo alrededor de un vacío. No por casualidad se utiliza la imagen del alfarero para caracterizar al artesano. Y para dimensionar la función que esto posee, baste con detenerse un poco en la función de suplencia de muchos psicóticos que realizan esta actividad. Francoise Regnault en un maravilloso libro titulado El arte según Lacan nos deja la siguiente reflexión: “Un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar ventaja de su posición, aunque ésta por tanto le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino”.
Hay una verdad en ciernes en los tratamientos que es que no sabemos a ciencia cierta, dónde el sujeto, uno por uno, se trata. Principalmente si nos atenemos a los casos graves. El hecho que sean múltiples profesionales tratantes (psiquiatra, psicólogo, trabajador social, musicoterapeuta, enfermero, tallerista, AT) no quiere decir que se trate de la clínica entre varios; ni aún el hecho de llamarme psiquiatra, psicólogo, psicoanalista, garantiza que el paciente obtenga efecto alguno de mis intervenciones, ni tan siquiera, que todas las intervenciones operen de manera sinérgica en pos del tratamiento.
Como suele decir Guillermo Belaga, en nuestras reuniones del servicio de salud mental: no sabemos de antemano dónde se va a tratar ese paciente que circula por las diferentes instancias asistenciales. Si consideramos que el dispositivo de AT viene a romper con esa infatuación que produce la profesionalización, nos daremos cuenta de que esta práctica se inserta en un dispositivo variante, que por su carácter camaleónico, puede calibrar y sostener las respuestas que se producen en las distintas instancias. Empero sin desconocer que su función no puede evitar los efectos transferenciales que toda presencia receptora de una palabra humana genera.

Muchas gracias.-


1 comentario:

cecilia dijo...

hola soy estudiante de la carrera de acompañamiento terapeutico y me parece muy importante que existan estas paginas donde se introduzca el at ya que creo que a pesar de la necesidad de esta figura enla salud mental no se lo conoce como debiera, esa era mi comontario.