domingo, 6 de diciembre de 2009

Clase de Nilda Hermann: “De una cuestión preliminar…” - 29/4/09

Hospital Central de San Isidro – Servicio de Salud Mental
Curso Anual 2009: Síntoma <> Lazo Social


Coordinación: G. Belaga (más-uno), M. Bureau, L. Erbin, L. Leserre, B. Quiroga, A. Rógora



Queridos amigos, compañeros y colegas:

En primer lugar quiero agradecer a los integrantes del cartel de coordinación de este curso, Guillermo Belaga, Mónica Bureau, Lisa Erbin, Lucas Leserre, Belén Quiroga y Adriana Rógora la decisión de proponerme desarrollar esta clase, que es una oportunidad de dirigirme a ustedes y también hoy de felicitar por el premio merecido a los autores del poster: "Análisis de la demanda e intervenciones en la urgencia en salud mental en el Hospital Central de San Isidro: conclusiones", Jimena Jorge, Marta Coronel, Lucas Leserre, Inés Sotelo y Guillermo Belaga, porque en el último Congreso Argentino de Psiquiatría fue acreedor de la Mención Especial del Premio Poster APSA 2009. El trabajo da cuenta de la investigación (PROINPSI) que realizó el Servicio de Salud Mental conjuntamente con la práctica Clínica de la Urgencia, de la Facultad de Psicología (UBA).

Vamos a continuar nuestra conversación de los miércoles sobre la práctica en el Hospital, que este año versa sobre “Síntoma <> Lazo social”.

Como ya fue anunciado, nos orientaremos en la enseñanza de Jaques-A. Miller siguiendo casi “en tiempo real” su curso de La Orientación Lacaniana 2008-2009, Cosas de finura en psicoanálisis.

Quiero compartir con ustedes mi lectura de la primera clase, voy a tomar aquí las cuestiones que para mí  fue reabriendo en relación a nuestro contexto; este lugar donde inscribimos sintomáticamente nuestra práctica del lazo social, con algunos desde hace muchos años, tanto es así, que los considero más que mis compañeros de ruta, mis congéneres de laberinto, prisioneros como somos, no podemos decir el color del disco que llevamos, podemos sí calcularlo, tenemos alguna noticia de que la sociedad es uno de los círculos del infierno, y que no por ello se debe retroceder porque eso sería desvanecerse.

Entonces la primera cuestión que quiero retomar es la que planteó Guillermo Belaga en la clase de apertura de este Curso acerca de nuestra comunidad, que se inscribe en la práctica del psicoanálisis en la medida que -como los prisioneros del apólogo lacaniano y como los psicoanalistas- nosotros tenemos un saber del que no podemos sostenernos y esto no es contradictorio, es por ello que debemos calcular juntos, este Curso es nuestro cálculo, un cálculo al que los invitamos a sumarse como modo de entrada al Servicio para quienes así lo deseen; aquí calculamos a partir de lo que podemos extraer de nuestra experiencia en el Servicio, uno por uno, sabiendo que si cada uno hace un movimiento – “sé lo que sé”- solo puede alcanzarlo a través del cálculo que los otros le brindan. Es necesario hacer un cálculo, y que nadie lo estropee con una percepción errónea que vuelva imposible el cálculo para los otros. Esto último, como se darán cuenta, no es una tarea fácil, es muy exigente… los beneficios que se obtienen lo valen, inclusive el de hacer las lecturas de cómo fallamos en conseguirlo.

Extraje algunas de estas cuestiones de un artículo de Eric Laurent “Una carta de Freud” -les recomiendo su lectura- me lo evocó el último ateneo que compartimos el miércoles pasado presentado por Inés Iammatteo. Inés nos decía: “A partir del recomienzo del tratamiento, la dificultad en la dirección del mismo y de mis dudas diagnósticas decido llevar a control el caso”. No es que le faltaran datos para un diagnóstico estructural, ella misma los ofrece en su transmisión del caso, sí había y hay una dificultad propia de ese caso, en el que decide adentrarse buscando ubicar las coordenadas de esa consulta singular; lo que quiero resaltar es que Inés da cuenta de que sabe algo sobre “La verdad [que] se anuda a un cálculo lógico. Esto no constituye un sujeto colectivo de la enunciación. Se está solo frente a la posibilidad de alcanzar la verdad, pero el cálculo es colectivo, uno por uno. Es la única salida.”, nos enseña E. Laurent. 

¿De qué verdad estaríamos hablando? Podría uno preguntarse y es por aquí que voy a entrar a la primera clase del curso Cosas de finura en psicoanálisis, J. –A. Miller afirma allí, “Sin duda el mundo juzga al psicoanálisis en función de sus resultados terapéuticos. Esta no es una razón para que el psicoanálisis haga suyo este criterio. Estamos forzados a formular […] una doctrina de la doble verdad, forzados a distinguir lo que es verdad para el mundo y lo que es verdad para el psicoanálisis; lo que es verdad para el mundo, que el psicoanálisis vale como terapéutica, no es verdad para el psicoanálisis, que es que vale como deseo, como medio de emergencia de un deseo inédito y cuya estructura es aún ampliamente desconocida.” En este sentido va a decir: “Al menos en psicoanálisis uno no se focaliza en el efecto curativo y es por ello que abandonamos el término de cura por el de experiencia analítica.” También nosotros en este Curso lo hicimos, como recordó Guillermo Belaga en la clase de apertura, desde hace 10 años lo inscribimos bajo la forma “La práctica en el Hospital”.

Considero esto sumamente importante para nosotros ya que nuestro ámbito es precisamente el de la terapéutica; ahora bien la terapéutica tiene modos de abordaje no homogéneos, también en el psicoanálisis, hay una cuestión muy actual en este momento respecto de este tema, referido a los llamados “efectos terapéuticos rápidos”, que nos incumbe especialmente y por eso es necesario entender lo mejor posible de qué se trata, para poder hacer nuestro cálculo, el que conviene a nuestro campo de aplicación, un Servicio de Salud Mental, en un Hospital Público.
Voy a volver sobre esto pero antes quiero continuar un poco más con el tema del lazo social y el argumento sobre la verdad en la experiencia analítica.

Miller hace referencia a dos clínicas que pueden deducirse de la enseñanza de Lacan, una primera en la que sigue a Freud, la llamada clínica estructural, y luego una segunda deducida de los últimos desarrollos de Lacan, la llamada clínica borromea.

Lo dice así: “…se dice a veces, la clínica borromea en su oposición con la clínica estructural, la que distingue neurosis, psicosis y perversión. No puedo desconocer que tengo que ver con esto, y que eso se cocinó así. Entonces, esto me da a la vez el deber y quizá la autoridad de decir, que la oposición de la antigua y de la nueva requiere alguna dialéctica, pues la antigua está conservada en la nueva. Y luego, ¿qué dice, esta nueva, o esta segunda clínica? Mucho más que la primera, invalida, ridiculiza la idea de cura, relativiza el efecto terapéutico. Y yo lo demuestro.

Primeramente, esta segunda clínica destruye en sus bases la referencia a la normalidad, a la salud mental, tomando como principio esta fórmula […] Todo el mundo está loco, es decir delirante. Habría que estar ciego y sordo para no percibir que esto es destruir toda posibilidad de hacer emerger una noción de la normalidad – está hecha para que no se llegue allí. Del mismo modo que se definía antiguamente la verdad por […] la adecuación de la cosa y de la mente, o del entendimiento - aquí esta fórmula de la que hago un principio, que todo el mundo está loco, plantea como radical la inadecuación de lo real y de lo mental, y comporta que de lo real no se pueda decir más que lo falso, no se pueda más que mentir.”

Tendremos que estudiar esta cuestión de lo real, esta noción, este registro, no tiene el mismo estatuto a lo largo de la enseñanza de Lacan, quizá el ámbito más propicio entre nosotros para trabajar los conceptos sean los “Grupos de investigación”. Pero también nuestras “Casuísticas”, los “Ateneos” y las “Presentaciones de enfermos”, pueden ponernos en contacto con ellos, porque hay algo de nuestra práctica en la medida que la abordamos desde la orientación lacaniana que nos puede dar una experiencia del asunto.

En la clase que estamos siguiendo Miller aborda lo real diciendo: “Lo que es contingente está separado del concepto – forma parte del concepto de la contingencia.”

Esta separación, esta hiancia entre concepto y real no se subsana, es radical; podríamos decir entonces que tenemos siempre un problema por abordar estas cuestiones desde lo simbólico, desde los conceptos, y estamos siempre ante el riesgo de la estafa o la impostura, este es uno de los problemas cruciales del psicoanálisis: cómo incidimos, y si incidimos, desde lo simbólico en lo real.

En principio, quiero destacar en relación a la verdad, la no adecuación, Lacan la expresó como tesis: "…no hay verdad que al pasar por la atención no mienta".

Nosotros podemos tomar por ejemplo la no adecuación entre el diagnóstico como categoría de una clase y el motivo particular de consulta de cada paciente, y si es del paciente la consulta, la “interconsulta” trabaja mucho esta cuestión. En el “Caso o viñeta clínica”, estamos a favor del arte del diagnóstico, y de no perder de vista la “contingencia dramática” en que la consulta se produce, esto lo vimos ya en nuestra primera “Casuística sobre la admisión”, donde se trató de casos de los “recién llegados”, el cómo llegan, el modo de recepción y que hay algo que se juega entre el alojamiento y el consentimiento en esas consultas cada vez. Hemos trabajado un grupo de nosotros exhaustivamente esta cuestión hace unos años, fue muy divertido, y yo aprendí mucho con mis colegas en ese trabajo, lo escribimos y lo titulamos “Las nuevas formas de la transferencia en la admisión”.

Vamos a seguir presentando casos donde se trata de saber si el individuo, la persona que consulta, pertenece a la clase de los histéricos, de los neuróticos obsesivos o de las psicosis, y a la vez presentamos a cada sujeto como uno, en su particularidad, tratando de aislar lo singular de ese caso, esto lo trabajamos a nivel de los controles y también aquí, en nuestras conversaciones de las Casuísticas y los Ateneos.

¿Por qué lo hacemos así? La respuesta que encuentro en esta clase de Miller a esta pregunta sobre nuestra pragmática es la siguiente: “Un caso particular, no es un caso de una regla, no es el ejemplar de un universal, no es la ejemplificación de lo general. Y la pragmática es la disciplina que intenta encontrar la regla a partir de un caso particular, toma en el fondo el caso particular siempre como una excepción a la regla. A partir de allí, el caso particular es una cosa de finura, que debemos abordar con lo que Pascal llamaba el espíritu de finura…”

Es precioso esto del “espíritu de finura”, es a lo que aludo aquí más toscamente llamándolo “nuestro cálculo”, Miller nos recuerda que “…es el primer pensamiento de Pascal, lo que hay que llamar el desfallecimiento del matema, es Pascal matemático quien como se sabe, lo adivina, es lo que no es satisfecho por la estructura.”

Pensé en abordar esto con alguien con otro tipo de distancia que la de época para con nosotros –piensen que Pascal nació en 1623- en quien pensé es un japonés, Junichiro Tanizaki (1886-1965) y particularmente en su ensayo escrito en 1933, El elogio de la sombra; se me ocurrió como ejemplo de las "cosas de finura” que aísla Miller y a raíz de un comentario que hizo Guillermo Belaga en la primera clase sobre “lo oscuro” y también lo que me pareció que fue su decisión de no abordar, no preguntar, en la última Presentación de enfermos sobre algunas de las cuestiones que sospechamos como más “escabrosas” de las aventuras violentas del paciente entrevistado, podríamos decir que Guillermo Belaga las ubicó en un cono de sombra, y fue su manera de trasmitirnos, de enseñarnos que hay algo allí por donde no conviene entrar.

Lo que plantea Tanizaki es que “En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra.” Si sustituyen ustedes belleza por enseñanza creo que podemos hacer un uso que nos conviene.

En este ensayo clásico, Junichirò Tanizaki va desarrollando con gran refinamiento esta idea medular del pensamiento oriental, clave para entender el color de las lacas, de la tinta o de los trajes del teatro, o para aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o los reflejos velados en la pátina de los objetos; para prevenirnos contra todo lo que brilla; o para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío.”

Después de esta digresión, avancemos con Miller, ya que nuestro curso, como dijimos, versará sobre Síntoma <> Lazo social:
“… la segunda clínica amplía el concepto del síntoma, heredado de Freud, este síntoma es susceptible de levantarse, según la expresión consagrada, ella amplía el concepto freudiano del síntoma hasta incluir allí, de manera esencial, esos restos sintomáticos, de los cuales habla Freud al final del análisis y que lo conducen […] a pensar que el análisis no tiene fin, por lo que subsiste del síntoma.” La segunda clínica psicoanalítica es la que reconfigura el concepto del síntoma sobre el modelo de estos restos. Y lo que Lacan llamó el sinthoma, […] es propiamente el nombre de lo incurable.”

Cuando hablamos de síntoma entendemos por ello, en psicoanálisis, un elemento que puede disolverse, o pasible de desaparecer, de levantarse, en tanto que sinthoma designa este elemento en tanto que no puede desaparecer, que es constante. Dicho de otro modo, la llamada nueva clínica psicoanalítica es una teoría de lo incurable.”

Es entonces en este contexto, con esta complejidad, que nos toca evaluar el tema de los “efectos terapéuticos rápidos”. Les recuerdo lo que dice sobre ellos Miller en relación a la verdad:
“La preocupación terapéutica conduce a retener la potencia que se desprende del procedimiento analítico mismo, conduce a interrogarse sobre, la dosis de verdad que un sujeto puede soportar en un momento dado, la dosis de verdad que puede asimilar –esto es siempre válido– pero también la dosis de verdad que es para él soportable sin una incomodidad excesiva o sin que lo que lo sostiene en el mundo se derrumbe, o amenace con derrumbarse. Por lo tanto, cuando la preocupación terapéutica domina, suspendemos lo que tiene de radical la operación analítica y esto conduce a impasses, no dar la interpretación que en ese momento sería demasiado dura para escuchar o conduciría al sujeto a huir de lo que le sería allí revelado, o incluso a domesticar el filo de las cosas para que permanezca enmarcado en el procedimiento. Por lo tanto, no muy rápido, no muy fuerte, cuestión, yo lo decía, de dosificación. Y son estos frenos, estos límites lo que se supone levantarse cuando uno se compromete en la dimensión de lo que llamábamos antiguamente didáctico, donde la preocupación terapéutica está apartada y donde la dinámica propia del análisis puede entonces darse a pleno.”

Los ETR se inscriben en relación al discurso del Amo, no voy a tener tiempo hoy de desarrollar esto, podemos retomarlo con sus intervenciones. Miller va a plantear que no se puede servir a dos amos a la vez.

Para nosotros esto no es tan sencillo aunque sea verdadero. Como integrantes de un Servicio de Salud Mental en un Hospital Público podríamos decir que participamos del discurso del Amo, y en la medida que tenemos relaciones con instituciones del saber que nos han tomado como referencia de formación clínica, participamos también del discurso Universitario. No falta entre nosotros el discurso Histérico, que tiene la ventaja de hacer lazo por el deseo, cada uno de estos discursos tiene una estructura, pone en juego un determinado modo de lazo al otro, y hay tensión entre estos discursos, pienso que el discurso Analítico nos permite calcular cada vez la pertinencia de la intervención, porque se atiene a una ética de las consecuencias. Hay que tener en cuenta que solo lo sabremos après coup.
Ese cálculo es “Cosa de finura” y también “De una cuestión preliminar…”.



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