Es cierto que el dolor en sí mismo nunca se equivoca. Pero es también cierto que en un mundo de mediaciones de lenguaje, el aprendizaje que nos toca a todos es parte de una reformulación humanística de nuestras instituciones. Consiste en ejercitarse para hablar sin favorecerse a sí mismo y esperar de los que ya tienen interpretado todo lo que pasa, cerrando su conciencia a las fisuras de lo real y sus contingencias, que también piensen la posibilidad de rehacer sus estereotipos.
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