viernes, 8 de junio de 2007

INVESTIGACIONES EN EL DISPOSITIVO DE PRESENTACIÓN DE ENFERMOS.

INVESTIGACIONES EN EL DISPOSITIVO DE PRESENTACIÓN DE ENFERMOS.

Autores: Virginia Walker, Raúl Solari, Ignacio Penecino, Emilio Vaschetto

El marco

Las presentaciones de enfermos en el Hospital Municipal de San Isidro se encuentran enmarcadas dentro de los dispositivos con que cuenta el servicio de salud mental. Esta actividad se desarrolla con una frecuencia mensual desde el año 2001.Los pacientes que se presentan en este espacio y que son entrevistados por el Dr. Guillermo Belaga, se encuentran en tratamiento ambulatorio conducido por profesionales del servicio. Cabe destacar que se trata de un hospital general que no cuenta con internación psiquiátrica.
Dado que se trata de un servicio que se sostiene y en el que se apuesta a la comunidad de trabajo, una parte no menos importante de los efectos de este dispositivo es la resonancia que posee en cada uno de nosotros.
Es así que desde el comienzo nos encontramos con la inquietud y el interés de formalizar e investigar dicho dispositivo como así también el producto de esa experiencia..A partir del año 2003 nos decidimos a conformar un grupo de investigación con este objetivo.Lo que sigue a continuación es una apretada síntesis de una tarea sostenida en el tiempo, por un deseo y una política, dentro del psicoanálisis de orientación lacaniana, en una institución pública de salud.

El lugar de lo nuevo

En nuestras presentaciones de enfermos, la elección del paciente corre por cuenta de los analistas del servicio de salud mental. Son pacientes que están en tratamiento ambulatorio y es desde allí que se cursa la invitación, cada vez.
Invitación bajo la forma de propuesta, que privilegia la posibilidad de que el paciente diga lo que tiene para decir frente a un interlocutor éxtimo, en un encuentro único, ante un auditorio respetuoso y silencioso.
El sujeto en cuestión –ya que siempre contamos con una hipótesis de sujeto- es invitado al espacio, considerando que pueda serle útil. Cuestión que se verificará, o no, a posteriori por el propio analista, en la dirección de la cura.
A nuestras presentaciones de enfermos las pensamos a partir de la estructura del Witz, como un dispositivo a construir y es eso lo que estudiamos: si se constituyó o no como Witz. Se invita al paciente a tomar la palabra de un modo singular, algo a lo que no está habituado, ya que él, por estructura, es tomado por la palabra -el sujeto ha perdido la propiedad privada del pensamiento para ser destinatario de los significantes que lo señalan singularmente. No pensamos, desde luego, que el psicótico pueda realizar un Witz como formación del inconciente, ya que su manifestación se encuentra bajo la égida del nombre del padre. Más bien, buscamos en esta técnica significante que sea producida en un circuito “transindividual” de circulación de la palabra.
De tal manera que la estructura de la presentación-Witz podemos resumirla del siguiente modo:
-el paciente (A) habla de lo que se le impone (C) frente a (B) entrevistador y auditorio
áfono.
-mientras que lo habitual en el sujeto psicótico es que C habla en A. Si él es por estructura, objeto del goce del Otro, al conformarse el artificio de la presentación de enfermos, pasa de ser objeto a testimoniar como sujeto ante un interlocutor y un público que sanciona como Otro lo que tiene para decir del objeto.

Freud en su conocido texto de 1905 nos permite diferenciar lo cómico del chiste, del Witz, de la agudeza en el decir, e inscribirlo como proceso social: “Cada chiste requiere su propio público”
[1]. El trabajo del Witz es inseparable del atrevimiento de comunicarlo a otra persona, ya que nadie puede satisfacerse con contárselo así mismo, cosa que no se encuentra en lo cómico. Freud escribe: “el proceso psíquico de la formación del chiste no parece acabado con la ocurrencia de él; todavía falta algo que mediante la comunicación de la ocurrencia quiere cerrar ese desconocido proceso.” Y se pregunta: “¿por qué no río de mi propio Witz? ¿Y cuál es aquí el papel del otro?”. El Witz como juego con las propias palabras y pensamientos prescinde del objeto, pero ya en el punto previo de la gracia, sí ha logrado pasar los desfiladeros y entredichos de la razón, requiere de otra persona a quien poder comunicarlo. Ahora bien, esta segunda persona del Witz no corresponde a la persona objeto, sino a una tercera persona. En el Witz se trasfiriere a la otra persona la decisión de si el trabajo del chiste ha cumplido su tarea, en donde el juicio sobre el dicho, terminará en el otro. El proceso psíquico del chiste se consuma entre la primera persona (el yo) y la tercera (la persona ajena), y no como en lo cómico entre el yo y la persona objeto. Produciéndose un resto: lo dicho. Que ya no es ni de uno solo, ni del otro solo, sino de la comunidad.
Más de cincuenta años después Jacques Lacan continuó sosteniendo esta tesis en su seminario “Las formaciones del inconsciente”: Diciendo, en ese momento, “no hay chiste que no sea particular, no hay agudeza en el espacio abstracto”, hablar de particular es estar dentro del orden de la vecindad, en donde se comparte un lenguaje y referencias. Y que no sea en el espacio abstracto habla de una limitación del Otro. Facilitando algo que es del orden del reconocimiento no del conocimiento, en donde el Otro con su sanción afirmativa, su consentimiento, permite que el Witz sea consumado, encuentre su recorrido.

La presentación de enfermos es un artificio que tiene que verificarse uno por uno. No se trata de un armazón natural, en donde va de suyo que alguien convocado a hacer uso de la palabra o dar su testimonio, venga a manifestarse como sujeto. Más aún, puede que algunas veces el invitado haya pasado por allí sin quedarse con nada.
Incluso, a veces es esperable que falle, que no colme las expectativas, para que se articule una diferencia con el saber de la doxa.
Como artificio es quizás la posibilidad de vehiculizar algo de lo nuevo o de hacerle un lugar. Ahora, ¿cómo pensar “lo nuevo”? Quizás, como algo nuevo en el decir. Y es por eso que nos atrevemos a invitar a alguien a hablar, considerando la posibilidad de que pueda ubicarse de otro modo frente a sus dichos.
Sabemos que el Witz como metáfora implica otro modo de decir, y es en este artificio brindado en el marco de su estructura, donde se promueve que el paciente pueda servirse de eso.
El nombre del padre es una función que no sólo representa la ley sino que hace lugar a la excepción. No contar con el nombre del padre es no contar con un punto de basta, sino con un puro deslizamiento metonímico, frente a lo cual el sujeto se encuentra con un “dejate de hablar solo”, o se lo rotula con el “estás loco”, o bien, sencillamente , no se lo escucha.
Que no haya Padre en la estructura es solidario de: no hay antecedencia.
Él sabe que algo que le concierne, posee la certeza de que le está dirigido, pero sabe también, que muchas veces no hay lugar para eso, para que sea escuchado.

La aparición del tiempo

Tenemos dos ejes temporales en el tránsito institucional de nuestros pacientes. En la diacronía, donde se inscriben el tratamiento individual, la circulación por el espacio de los talleres, la consulta psiquiátrica, etc., irrumpe como sincronía, la presentación de enfermos. Lo cual hace que puedan capitalizararse allí sus efectos.
Tal es el caso de un paciente, al que llamaremos Basaglia, quien a esta altura su nombre para nosotros se ha transformado en un significante, que en relación a otro significante “presentación de enfermos”, localiza un sujeto.

Basaglia refiere que todo empezó en el 83’ con la llegada de la partida de nacimiento de su abuelo. Desde allí “el tema de la familia” comienza a ser “un tema complicado”. Quedó de manifiesto que el uso de su apellido llegó a tener un peso tal que evitaba el deslizamiento de la significación. Si bien se remite al año 83’, momento donde empiezan a “pegársele” las publicaciones de los diarios en relación al apellido, el espacio de la presentación proveyó, gracias a su estructura, el esclarecimiento formal en la emergencia de los fenómenos iniciales (lo elemental como inicial). Una palabra proferida en su adolescencia, “batalla”, se le impuso en tanto significación enigmática desplazándose metonímicamente hacia el apellido que porta el paciente: “de adolescente iba a buscar al diccionario ‘batalla-Basaglia’, ahí había algo... lo pienso ahora a raíz de lo que pasó”.

Hay lo real, el vacío enigmático y el concernimiento en ser designado por esa palabra que empuja a este sujeto a toda una genealogía delirante -como aquella “virtualidad de creación positiva” que mencionara J. Lacan- puesta de manifiesto en el testimonio. Ante la ausencia de un fundamento en su ser, producto de una falla estructural, el paciente está conminado a dar cuenta, certeza mediante, de un neo-nombre del padre: Basaglia.
Luego de su primera presentación, un año más tarde, él quiso volver para otra cosa después de haberse servido de ese espacio. Resultó para nosotros sorpresivo el modo de hacerse un lugar. Ubicando en la presentación anterior dicho neo-Nombre del Padre, volvió en esta oportunidad para verficar(se) lo que funcionó ulteriormente como suplencia.
Pudo contar así con lo anterior. Lo anterior como uno y entonces este nuevo encuentro, donde el paciente contaba con un escrito para-biográfico, como otro.
El sujeto expresó:

“... ustedes son mi familia, ahora tengo otra historia que contar. No sé si suena verdadera pero es la que me sirvió a mí.”

El sujeto enseña, que aunque no figure nuestro nombre en su árbol genealógico o el suyo en el nuestro, se trata de darle crédito y de hacérselo saber. De algún modo.

En contrapunto con lo mencionado, otra presentación, Tamara, nos enseñó, debido a la modalidad que imprimió el discurso de la paciente, que no solamente el delirio es un intento de estabilización del significante y el significado (efecto metafórico) sino que también el mismo puede ser una metonimia al infinito.

La paciente T. inicia el relato desde una prehistoria o una historia familiar de la cual ella aparece desafectada. El dato ilustrativo más ostensible fue que la escucha misma se vio trastornada, fundamentalmente al tratar de situar un comienzo en su padecimiento – o bien alguna escansión discursiva a partir de lo cual se pudiera solicitar una respuesta.
Tamara sin embargo sitúa un momento de perplejidad ante lo cual se interpone un afecto: “remordimiento”, lo llama. Esto aparece luego de la muerte de su padre, momento de deslocalización del goce a nivel del cuerpo que tuvo sus consecuencias en una primera internación.
Esta ruptura o discontinuidad, no le permitió reconstruir un mundo –como a Basaglia- sino más bien ser desplazada en él, poniendo de manifiesto un trastorno generalizado del aparato significante y la imposibilidad de situarse en una cadena discursiva, aunque más no sea por la vía alucinatoria.

Fragmentos de discurso o el acto performativo en el coloquio

Todo partió de este principio: no se debía reducir lo amoroso a un simple sujeto sintomático, sino más bien hacer entender lo que hay en su voz de inactual, es decir de intratable. De ahí la elección de un método “dramático”, que renuncia a los ejemplos y descansa sobre la sola acción de un lenguaje primero (y no de un metalenguaje). Se ha sustituido pues la descripción del discurso amoroso por su simulación, y se le ha restituido a este discurso su persona fundamental, que es el yo. De manera de poner en escena una enunciación, no un análisis. Es un retrato, si se quiere, lo aquí propuesto; pero este retrato no es psicológico, es estructural: da a leer un lugar de palabra: el lugar de alguien que habla en sí mismo, amorosamente, frente a otro (el objeto amado), que no habla. Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso. Siglo veintiuno editores.1998.

Para eso que no tiene medida temporal, vale decir que se emancipa de las propiedades de la cadena significante, hemos podido verificar ciertos efectos de construcción en el acto mismo de la presentación, casi de una manera performativa. Desde la sanción de un acontecimiento singular por parte del presentador, o ante la pregunta “¿desde cuándo?”, nos hemos encontrado con el juicio de existencia atribuido en el instante puntual de la presentación. Es lo que permite ubicar un antes y un después como escansión temporal, a lo que se presentaba como un “desde siempre”.

La siguiente presentación, tiene como particularidad el estar articulada junto a otros dispositivos en el entretejido de la red del servicio, esto quiere decir que los efectos que pudieron colegirse en la misma se derivan de esta trama.
De tal manera pudimos señalar tres momentos que dejaron sus marcas en el cuerpo de la sujeto y en su narrativa.
1. La llegada al tratamiento: desvitalización, asubjetividad, ausencia de demanda o prevalencia de la demanda psiquiátrica.
2. Inserción en la red de talleres y primer testimonio en la presentación de enfermos: vivificación, aparición de un rasgo que le permite circular en el dispositivo (coleccionista de fotos raras).
3. Segunda presentación: “la confesión”, fragmentos de un discurso amoroso.

Nadia, responde en forma entusiasta ante la propuesta de dar su testimonio en una sala repleta de profesionales que están allí para escucharla respetuosamente. Iniciada la conversación comienza a dar versiones de lo que fueron sus desestabilizaciones. Expresa de que luego de que su marido la deja se deprime –aunque a decir verdad, ya se encontraba en ese estado con el nacimiento de su hijo, unos años antes. Nadia “era una de esas personas que pensaba que el matrimonio era para toda la vida”. Seguidamente ella va construyendo su historia a medida que avanza la interlocución: discusiones sobre la crianza de su hijo habían desembocado en la separación, luego ella se había abandonado y consecutivamente abandonado su hogar; relata haber estado bloqueada en aquella oportunidad, sin saber qué hacer de su vida sin su marido.
Una “depresión abandónica” como ella lo expresa señala el punto de desafectación corporal y el instante de perplejidad, en oposición a su “apego” a otras personas, inicialmente la madre, luego su primo y por último su marido.
La inserción del dispositivo de la presentación de enfermos dentro del circuito en red junto a los talleres y al tratamiento individual nos permitió calibrar los efectos. Un buen día, Nadia concurre al tratamiento individual anunciándose como “Nadia de R”. Su presentación era francamente melancólica. Es que su vida ya no tenía sentido. El cambio del “noventa por ciento”, tal como ella lo mensuraba a partir de su inserción en los talleres, amenazaba con retrogradar. Ahora ella se nominaba como el objeto de desecho que queda como resto de su pasión amorosa. Su marido la había dejado y por lo tanto ella, en un dolor fuera del tiempo, sentía que no podía seguir. Su amor se manifiestaba proporcional al dolor de existir que subyacía en su ser. De todos modos, había un cambio narrativo en ella. Pasó de ser una paciente con un relato empobrecido y pueril (como lo fue al inicio del tratamiento), o bien “la que coleccionaba fotos raras” (segundo momento del tratamiento), a poseer una retórica pasional.
Se le subrayó desde el tratamiento el haber “enloquecido de amor”.
De esta manera, la propuesta desde el tratamiento y en articulación con los talleres fue que escribiera una carta a ese hombre como un modo de aproximación, añadiéndole a la intervención que él no sabía acerca de la causa de su despecho. Es así que la paciente, luego de varios rodeos, se ocupó de esta misiva llegando incluso -en el transcurso de sus peripecias- a burlarse de este ex marido.
Nadia volvió a vivificar su cuerpo y a reestablecer el vínculo con sus compañeros de taller.
Un buen día “confiesa” (en términos de Nadia) una infidelidad en la época en la que estuvo casada. Es a partir de este relato, como acontecimiento, que se le propone una nueva presentación. Allí comenta que su “depresión” hizo que su marido se fuera de la casa y que lo engañó con otro hombre, alguien de la oficina donde ella trabajaba entonces. Dicha depresión, aclara, ante el presentador que era una respuesta frente a la disyuntiva entre querer a su esposo y amar al otro hombre (a quien también se había apegado).
Debemos entender aquí que tal disyunción en la paciente (querer – amar) se halla olofraseada en su matiz estructural. Vuelve a retornar en su relato el significante “apego” encarnando, en su literalidad, la tensión agresiva con el otro: su hijo le pega. Mientras “él quiere una vida totalmente separada”, ella más se aproxima a ese filo mortal que tan bien describe J. Lacan respecto de la relación especular.
Un punto de hallazgo para nosotros en esta presentación quedó explícito en las palabras de Nadia:“yo lo que quería era tener una linda sobremesa, una buena conversación, ...”- podríamos pensar nosotros cuestiones de índole cotidiano familiar-; el entrevistador preguntó: "¿Eso lo pensaba antes o lo piensa ahora? Eso lo pienso ahora" -replicó la sujeto certeramente.

Tal como insinúa el epígrafe de Barthes, la intención con la que se constituye en acto un discurso amoroso (en esta paciente el engaño, el supuesta diferencia entre amar a un hombre y querer al marido, el tener una familia como una especie de ideal de amor romántico) imprime al sujeto una actividad similar a la del bricoleur, como aquél que obrando sin un plan previo, posee las herramientas para hacer un todo con esos fragmentos de universo. Poder construir un mundo de tal manera que pueda vivir en él (Freud).

La urgencia en la presentación

Podemos decir sin temor a equivocarnos, la enseñanza de la presentación de enfermos es una demostración de la inserción efectiva del psicoanalista en la institución.
El testimonio dado por quienes son invitados a ser escuchados ante un público áfono, “aquellos llamados curiosamente enfermos” (Lacan), es tomado en su rigurosidad y saber de la estructura. Estructura que es lenguaje. De tal manera que esta práctica no sólo pone a prueba la doctrina psicoanalítica por sus efectos de sorpresa sino también en la apuesta a una ética de promover en el sujeto una respuesta en singular.
No se trata entonces de un esfuerzo razonante (raison) al que el loco por su parte, muchas veces, parece dar cuenta de hacerlo mucho mejor que nosotros, sino más bien de lo que se trata es de la reson
[2] , es decir, recurrir a algo más allá de lo comprensible, más allá del sentido, algo que queda resonando de la voz en las paredes del hospital, esto es lo real.
El arribo a las coordenadas de desestabilización o de la situación que provocó el desmoronamiento subjetivo durante el coloquio, posibilita al sujeto – lejos de lo que se piensa en algunos ámbitos “conservadores” – un saber acerca de aquello imposible de soportar. Vemos en algunas de estas presentaciones, manifestarse en esa sincronía que es el encuentro mismo, un punto de discontinuidad en el relato donde irrumpen el vacío enigmático que colma de sin sentido la experiencia en su costado de mayor sufrimiento subjetivo. Se corresponde con lo que llamamos, siguiendo a J.- A. Miller, una urgencia semántica. Punto de desacople entre real y sentido que es necesario situar en un primer momento pero también acompañar en su apareamiento intentando alcanzar como resultado un bien decir.
Recordamos el relato de un paciente que, refiriéndose a una fase de encierro luego de la muerte de su padre, comenta el haberse confrontado con la presencia de su madre quien le destilaba frases ante las cuales él quedaba sin respuesta. Punto de detención en la conversación, instante a- histórico con el que el sujeto se ve confrontado a un indecible y momento de inflexión en la presentación misma.

-¿Por qué usted no habló antes de esto?
-”Quizás no quería saber”.
La urgencia como momento de concluir confronta al sujeto con un real descarnado provocando una respuesta antes de que alguna pregunta pueda ser elaborada. Los significantes producidos por el Otro materno lo dejan sin la posibilidad de articular un sentido debido a su carácter inefable. Su hermano once años mayor que fue quien le prestó el juego de ajedrez desde donde el sujeto pudo arreglárselas un tiempo, armando con las casillas una topografía subjetiva desde donde evitar quedar como objeto de goce del Otro. De esta manera se pudo inteligir en la actualidad, que frente a las palabras de su madre se siguen consecuentemente los pasajes al acto: “soy un suicidio humano” -expresa. Sin embargo él no obtiene ese saber hasta no haber transitado por este espacio éxtimo a su tratamiento.
La solución viene al finalizar la charla: “yo soy como un peón”, paso de sentido (pas de sens)
[3] producido por la estructura del Witz en la presentación a partir de la intervención del interlocutor: “usted es sumamente trabajador”. De ahora en más la lógica en la dirección de un tratamiento posible podrá contar, si así lo decidiera el sujeto, con un nuevo sentido. Será responsabilidad de este sujeto el saber hacer con eso.

El lazo

La presentación de enfermos puede ser considerado como un instrumento homogéneo a la constitución del ser hablante, instrumento significante vaciado de significación para ser usado según convenga en cada encuentro. Para esto hacemos uso de la última enseñanza de Lacan según la cual todo sujeto tiene que arreglárselas siempre con los significantes y el goce encontrando algún ardid para domesticarlos. Este modo de existir velado o a cielo abierto parece la común medida.
Como principio el traumatismo del S1 y el goce, luego el trabajo de cada cual para lograr entrar en la lógica común del discurso preestablecido. Trabajo de elucubración de saber hacer pasar ese exceso enigmático al lugar de la comunicación, medio por el cual fingimos que nos entendemos. Así devienen soluciones más o menos ajustadas a la lógica social. Es ficción, pero, aún desconociéndolo, se ha pactado acerca de ello. Se trata de la función ordinaria de la invención de sentido que permite al individuo contarse como uno diferente del resto y simultáneamente contar con los otros.
Pero existen otras invenciones, más singulares pero invenciones al fin, y son aquellas que con dificultad variable construyen aquellos atareados en abrir una brecha que, a partir del monólogo de lalengua, les permita armar algún artificio con el que hacer comunidad.
Así el dispositivo de la presentación de enfermos en nuestro hospital se presta a alojar a aquellos que, desde la periferia de los discursos establecidos, trabajan para transformar goce y significante en una herramienta.

La paciente E., invitada a dar su testimonio (testimonio que opera de un modo singular ya que ella pertenece a la comunidad de los Testigos de Jehová, así este rasgo fue puesto a funcionar en el momento de la invitación) menciona su llegada al hospital en estado de perplejidad "no podía hablar, estado de incertidumbre, miedo a lo que podía llegar a decir. Como me sentía tan provocada, si hablaba esto se iba a provocar más". Si la dificultad es la irrupción de la palabra impuesta, ella trata con éso. De este modo habla de sus herramientas: la religión que la convoca a dar testimonio, el estudio de la Biblia que le aporta significaciones sobre el bien y el mal, el tratamiento en el hospital que le abre un espacio para hablar de aquello que la parasita.
En la presentación de enfermos pudo situar el efecto de las palabras como tormento y como alivio, así como lo dicho a otros en la iglesia y en el tratamiento. El significante como causa y límite de goce. A posteriori fue posible verificar cómo intenta regular la invasión de goce por medio de llamados al teléfono celular de su terapeuta.

Es así que en las presentaciones de enfermos, presentador, auditorio y equipo tratante, prestan escenario al testimonio de un caído del semblante que se hace presente para disponer de un lugar donde le sea posible inventar y hacer pasar su treta singular.

El paciente F. pide presentarse en el dispositivo para saber: "si estoy apto para recibir el carnet de discapacidad, para mí, para tomar conciencia en qué grado estoy. Yo calculo que estoy mal, que me lo tienen que dar". Este pedido puede situarse como efecto de una presentación anterior en la que él refiere que se trató su "caso particular". Sobre la cuestión de la responsabilidad ubica la que le cabe al psiquiatra y a su madre, pero también habla de la propia. Dice "quiero salir adelante, tengo que asumir la responsabilidad de ir al hospital, a los talleres, si no me pongo mal". Se pregunta, además, "para cuánto me puede servir ese papel para la responsabilidad mía. Lo tengo que ver, en el momento ( de la entrevista en la institución que evalúa el pedido del paciente) lo sabré". Al finalizar la Presentación F afirmará "un punto a mi favor para salir adelante, para éso me sirve". Un buen uso del papel es el plus con que se encuentra. Un saber hacer en el cual los binarios apto/no apto y útil/no útil se desprenden de la trampa de la comprensión.

El desencuentro radical entre significante y significado, el delirio generalizado, indica que el lazo social posible se da a partir de una invención, de un uso en el aquí y ahora de una construcción histórico social. El encuentro, entonces, se esconde tras el equívoco que es la única comunicación válida.

M. testimonia sobre un exceso en el cuerpo: dolores, insomnio. Menciona cómo es afectada por ciertas voces. Queda inmovilizada, paralizada y necesita "salir del espacio". Una voz que le marca el cuerpo, pero que puede situarse de otro modo en la presentación como la buena voz que hay que encontrar (o bien, saber recibir). La paciente hace referencia a su amor por un sacerdote que le hace otro lugar. Se trata aquí de encontrar la distancia conveniente. M. sonríe, le envió una tarjeta el día del amigo.

Sostenemos que la presentación de enfermos constituye como Witz una estructura significante que hace lugar a la excepción de un sujeto para que, con su lengua privada de sentido y rebasada de goce, pueda inventar una forma de hacer sociedad. Un sujeto que dirige a otros ese texto que ha podido construir para defenderse de lo real.-
Referencias
1. Los inclasificables de la clínica psicoanalítica. Jacques - Alain Millery otros. Editorial Paidós. 1999.
2. Jacques Lacan, Seminario III, Las psicosis, Cap. IV. Editorial Paidós.
3. Jacques Lacan, Seminario V, Las formaciones del inconciente, Ed. Paidós
4. Del edipo a la sexuación. Editorial Paidós. F. Leguil experiencia enigmática de las psicosis en las presentaciones de enfermos.
5. E. Laurent. Estabilizaciones en las psicosis. Ed. Manantial

Notas

[1] Freud, S.: “El chiste y su relacion con lo inconciente”
[2] Jacques Lacan, seminario XII, Problemas cruciales ...., clase 14. 05/05/1965.
[3] Jacques Lacan, seminario V, Las formaciones del inconsciente.

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