domingo, 20 de julio de 2008

Iniciación, gusto y lecturas de época en el cine

Para Revista Clepios
Guillermo A. Belaga

Cuando me solicitaron desde la Revista comentar algunas películas que hayan sido significativas, además de resultarme muy interesante y original, rápidamente recordé una frase de Ricardo Piglia que sostiene que cuando se escribe sobre las propias lecturas “uno escribe sobre su vida”. Sin dudas, se puede tomar este sentido en relación a las películas que mencionaré.

Iniciación.

“Gente como uno” (Ordinary People), 1980.
Se trata de la opera prima de Robert Redford , como Director de cine. Para los críticos, fue una sorpresa, este drama “intimista” basado en una novela de Judith Guest que ganó cinco Globos de Oro y tres Oscar: film, dirección y actor de reparto para Timothy Hutton, por entonces de solo 20 años y también debutante en cine.
Su historia, muy bien narrada, tiene una carga “edípica” enorme, al mejor estilo Hollywood, imposible no identificarse. Las relaciones de una familia estadounidense modelo (padre, madre, dos hijos) que se ve alterada por un accidente. El mayor de los hermanos muere y el menor, agobiado por la culpa de haber sobrevivido, intenta suicidarse y es internado durante un tiempo en un psiquiátrico. El film narra el regreso a casa del joven, con sus problemas, atrapados entre la frialdad de su madre y la impostada alegría de su padre.
En lo particular atrapa el papel del psiquiatra-psicoanalista, su estilo para ayudar al joven ¿como no querer ser parte de esa épica con otros pacientes?

El gusto.

“Manhattan”, 1979.
Una comedia romántica de Woody Allen, impresionante! Solo basta ver el comienzo de la película para no olvidarla nunca más, un montaje de imágenes de Manhattan con el fondo de “Rhapsody in Blue” de George Gershwin.

“Round Midnight”, 1986.
Es una película dirigida por Bertrand Tavernier, que cuenta la historia de un saxofonista americano en París en la década del 50. La narración se centra en la vida trágica de éste, y como otro protagonista, un francés que lo admira, intenta salvarlo del alcoholismo.
La impecable filmación de Tavernier, se inspira en las vidas del célebre saxofonista Lester Young, y el tortuoso y enigmático Bud Powell (pianista), que se conjugan en el protagonista.
El tono del film muestra la tensión entre tragedia y creación, y es un despliegue magnífico de lo mejor del jazz. Con el agregado de que el saxofonista tenor Dexter Gordon, que tocó con Powell, es quien protagoniza al músico. Al igual que entre los actores de reparto, se encuentran tocando en vivo, Herbie Hancock, Freddie Hubbard, Bobby Hutcherson, John McLaughlin, Wayne Shorter, Pierre Michelot, Eric Le Lann entre otros.
El resultado es una película que muestra el París de los 50 con la importante movida del jazz de esa época, y es casi imperativo buscar el CD oficial de la misma.
Al respecto, “Round about Midnight” es una obra de Thelonius Monk, en principio para piano, pero sus numerosísimas versiones hechas por tantísimos autores y músicos, y con diferentes instrumentos es un ejemplo de como un mismo escrito puede tener muchas variaciones. Una interesante metáfora de como el arte demuestra los límites que tienen los programa biológicos al intentar encasillar u homogeneizar universalmente a los sujetos.

La época.

“El tiempo” (Time), 2006.

El director coreano Kim Ki-duk introduce con “Time” una intensa historia amorosa, vertebrada en la obsesión por la cirugía estética como solución a las pasiones narcisistas.
La pareja protagonista tiene que luchar por un amor que no parece querer prosperar por los celos y la presencia de la “otra” que siente ella. Cuestiones que él no consigue pacificar con la palabra, y que la llevan a una solución quirúrgica radical sobre su cuerpo y su imagen para transformarse en “otra” supuestamente más deseable.
Kim consigue mostrar magníficamente, una narración donde se embrollan los imperativos al body-building y al consumo de objetos técnicos, el individualismo de masa, con las tradiciones antiguas de la sociedad coreana. El final será una respuesta angustiosa a estos intentos de conjugar la Imagen con el cuerpo, y el equívoco del amor.

“Contra la pared”, 2003.

Realizada por Fatih Akin, director y guionista, que nació en Alemania en 1973. Es hijo de inmigrantes turcos y estudió en la Escuela de Bellas Artes de Hamburgo. Con esta película ganó el Oso de Oro del Festival de Berlín de 2004. Akin es uno de los representantes del llamado “cine turco-alemán”, constituido por directores pertenecientes a la primera y segunda generación de inmigrantes turcos, cuyos padres y abuelos formaron parte de la mano de obra masculina que, para reemplazar a los hombres muertos en la Segunda Guerra Mundial, arribaron en masa a Alemania y formaron parte del llamado “milagro alemán”.
Estos hijos y nietos de inmigrantes hablan alemán pero permanecen en una frontera, en un borde, entre la nostalgia del objeto perdido, es decir el viejo terruño que no pueden abandonar aunque nunca lo hayan conocido, y la vida local de la Alemania actual.
Por eso la cultura a la que se refiere Akin no es ni la turca de sus padres, ni la alemana de su país natal. La vida de sus personajes suele transcurrir en la multicultural y abierta Hamburgo.
En Contra la pared, Caith y Sibel, sus dos protagonistas se conocen en un centro de salud, al que han sido enviados después de sendos intentos de suicidio. Caith, el personaje masculino, drogadicto, borracho, y perdido, casi muerto, intenta suicidarse estrellando su auto contra la pared. Por otra parte su vida, sin futuro probable, ya lo había puesto contra las cuerdas.
Sibel hace un intento de suicidio más bien fingido, para intentar huir de la tutela de su familia turca, machista, conservadora y cruel. Sibel le propone a Caith un matrimonio blanco, un matrimonio por conveniencia, para poder huir de su familia. Caith finalmente acepta, ante la ferocidad de Sibel por conservar la vida aun a riesgo de jugar con la muerte. Quizás por compasión, quizás porque ya no tiene nada que perder. Sibel y Caith transitan por los bordes, se marcan los cuerpos con heridas y tatuajes. La sangre corre de una manera casi erótica en este frenesí de seres acorralados e imposibles de domesticar.
Sibel representa la decisión femenina, es su determinación la que va a ir salvando a Caith de su ruina.
Sin embargo, la segregación que ambos sufren, el exilio de cualquier tierra posible, ya que no son ni turcos ni alemanes, y sobre todo el exilio de la relación sexual, terminará por separarlos. Lamentablemente, la solución por la vía del amor, llegará tarde.
La película, demostrará que ya no se trata del malestar en la civilización que Freud sostenía, sino de que el trauma es la civilización de nuestro tiempo. Es decir, un fenómeno cultural que se sitúa a nivel del acontecimiento y que ningún discurso puede cubrir. Es la manera en que el sin-sentido se expresa en la época actual.


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